“No tienen los votos” fue la frase que se viralizó al conocer el comunicado del movimiento Revolución Ciudadana en el que pedía o exigía que el presidente de la República disuelva la Asamblea y convoque a elecciones. Había suficientes razones para pensar de esa manera, ya que si estuvieran seguros de contar con los votos suficientes solamente tendrían que esperar un par de semanas para poner fin al mandato presidencial. Pero también tienen cabida por lo menos otras dos interpretaciones que no son mutuamente excluyentes.

La primera se desprende del mismo comunicado, en la parte en que alude al vicepresidente, ya que demuestra que el objetivo es el derrocamiento del Gobierno y no la sanción al presidente por peculado, que es la única causa aceptada por la Corte Constitucional. Sostienen que al quedar el vicepresidente al frente del Gobierno no mejorarían las condiciones del país. En otras palabras, se dan cuenta de que el sucesor –constitucionalmente determinado– mantendría la orientación establecida por Guillermo Lasso (de paso, hay que decir que sorprende que estas personas hayan esperado que Borrero hiciera lo que ellos calificaron como una traición cuando la hizo Lenín Moreno con respecto a su jefe). Que recién hayan llegado a esa conclusión no puede tomarse como una muestra de ingenuidad, sino como la reacción ante la evidencia de que con el vicepresidente no obtendrían la impunidad para su líder, que es el objetivo prioritario e inmediato. Por ello, unos días antes este último ya se pronunció en ese sentido, de manera que el comunicado solo fue la expresión de la conducta obediente y no deliberante de sus integrantes. Allí se formalizó esa línea de acción, que sin duda será la que se mantendrá en adelante independientemente del resultado del juicio político. Existan o no los votos para la destitución, las acciones continuarán hasta derrocar al Gobierno.

La segunda interpretación es que esas declaraciones sean una trampa puesta para el Gobierno y para los asambleístas indecisos. El efecto de instalar la idea de que no existen los votos para la destitución sería, por un lado, lograr que el Gobierno relaje o abandone sus acciones destinadas a llegar a acuerdos de gobernabilidad con algunas bancadas. Por otro lado, alentaría de dos maneras a los asambleístas a votar por la destitución. Unos lo harían para asegurar aquel desenlace y ser parte del bando triunfador. Otros, por el contrario, supondrían que, si de todas maneras no van a existir los votos necesarios, pueden apoyar una destitución que no se producirá y mantener su asiento en la Asamblea en una posición de distancia con el Gobierno. A unos y otros les conviene presentar la imagen de opositores radicales. Esos son los oídos receptivos a los que está dirigida la falsa señal contenida en el comunicado.

Las señales falsas son viejos ardides de la política y de la guerra. Anunciar o dar a entender un hecho o una acción para provocar una reacción insospechada o para crear confusión es una maniobra de sobra conocida en esos ámbitos. No es casual que se la utilice en un medio en que la política tiene mucho de guerra y en la que el objetivo es eliminar al enemigo. Que funcione o no dependerá de la capacidad de los receptores para desenredar la madeja que rodea al mensaje. (O)