El silencio y tranquilidad de un pueblo que no está lleno de edificios, vehículos y personas caminando como parte de su rutina diaria se puede conocer a tan solo 20 minutos de Quito. Un barrio cercano a Guápulo tiene más de 60 años de creación y mantiene todavía un ambiente que se creería imposible tan cerca de la zona urbana.
San Francisco de Miravalle ha tenido el paso de tres generaciones desde sus primeros pobladores, quienes compraron los terrenos en lo que antes fue una gran hacienda. Solo tenían chaquiñanes (sendero o camino pequeño) y la conexión con la ciudad para cumplir sus necesidades básicas era muy limitada.
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Ahora, en el 2023 tienen una calle que en su mayoría está adoquinada, lo hicieron con los adoquines que se retiraron de la avenida Los Conquistadores, la que fue rehabilitada por el Municipio el año anterior. Los habitantes pidieron que les donen los bloques y lo reutilizaron en la calle llamada La Tolita.
Carmen Pérez, trabaja en la recuperación de la iglesia del barrio. Ella comenta que es un lugar tranquilo, bonito, que las personas han decidido emprender en huertos orgánicos, pues la mayoría no cuenta con trabajo estable, especialmente las mujeres. Por eso aquello se ha convertido en la principal fuente de ingresos de este sector.
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Tienen una variedad de hortalizas, su principal elemento es el tomate riñón. Todos sus productos son 100 % orgánicos, esa es su carta de presentación que los diferencia de las grandes empresas productoras. Tienen clientes que van hasta sus huertos, pero también venden en ferias de emprendedores.
De vuelta al barrio, un grupo de muralistas trabaja dentro de la capilla de San Francisco, de a poco se ha ido rehabilitando, su estructura se cuarteó ante un temblor reciente.
Sin embargo, por medio de mingas entre los habitantes han ido adecuando este lugar religioso, construido sobre el terreno donado por uno de sus primeros pobladores, quien ya falleció.
Un grupo de priostes (encargados de organizar las fiestas religiosas del barrio) consiguieron el apoyo de diferentes empresas y familias para realizar los trabajos pendientes. Todo debe estar listo para el 7 y 8 de octubre cuando celebren las fiestas en honor a su patrono: San Francisco de Asís. Tendrán misas, juegos tradicionales, mingas, entre otras actividades.
Aunque es un lugar que se caracteriza por la tranquilidad, los habitantes han luchado por la llegada de los servicios básicos, a pesar de ser un sitio tan cercano a la zona urbana de la capital de Ecuador.
Elvira Pérez, representante del Comité de Seguridad, señala que el barrio está formado por 270 familias, que el Municipio no legalizó como barrio a sus viviendas, respondieron que existía una sola escritura. Sin embargo, Elvira asegura que todos cuentan con escrituras individuales y que incluso pagan los impuestos respectivos.
Sí cuentan con servicio de alcantarillado, pero no tenían agua potable. Luego de varias gestiones les instalaron un medidor comunitario, eso ha sido un problema, ahora han pedido medidores complementarios, pues de un solo medidor tienen que organizarse para pagar todas las personas. “Unos pagan y otros no pagan”, enfatiza.
Elvira camina por la calle mientras indica un pequeño riachuelo que baja por el camino adoquinado. Esta caída de líquido tiene más de un mes. Ellos pidieron a la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps) que les ayuden con una intervención, pero la respuesta obtenida fue que ellos no han instalado esa tubería, que fue una ONG.
“Ahorita estamos pagando, antes sí es cierto, no pagábamos, pero ahora ya pagamos y no nos dan el mantenimiento, y pagamos un prorrateo muy alto, es más alto que el propio consumo del agua”, expresa la mujer.
Otro de los temas por resolver es la recolección de basura, las fundas con desechos se acumulan en ese lugar. Ocho días e incluso hasta quince días han tenido que esperar para que vaya un vehículo recolector por esa zona. Tienen que ubicar en la parte alta de una bodega porque los perros que abundan en este lugar suelen romper las fundas.
La delincuencia en San Francisco de Miravalle
El problema más nuevo que tienen es la delincuencia, la gente se ha organizado para realizar rondas de patrullaje. “Instalamos letreros que dicen que el delincuente que sea cogido le vamos a quemar, qué pena nos da, pero si no hacemos justicia nosotros no hay quién más nos ayude”, reclama la representante.
En el barrio dicen que la policía viene de vez en cuando, tuvieron una reunión con la Policía de Itchimbía, les comentaron que no tenían transporte ni la cantidad de personal suficiente para realizar rondas por este lugar, pero que ya van a buscar la manera de brindar ayuda.
El barrio tiene otro ingreso en la zona oriental llamada Auqui de Monjas, por el sector de la avenida Simón Bolívar, por eso han decidido instalar barreras que estarán abiertas por la mañana y cerradas por la noche, en los dos accesos al barrio.
“Nosotros tenemos un chat del barrio, sabemos que viene un auto negro con tres personas, la última vez han agarrado a un chico que llegaba del trabajo, le habían seguido hasta la casa y le amenazaron que si no les da $ 800 le van a matar a toda la familia”, relata con miedo la pobladora.
A pesar de todo, la organización de los habitantes es fundamental, como una verdadera comunidad. Han identificado que en quincena y fin de mes es cuando llega este vehículo sospechoso que está vinculado con los asaltos de este lugar. (I)