La silla vacía quizás no vuelva a ser más simbólica que mañana domingo cuando, en el debate obligatorio al que se tienen que presentar los aspirantes a la Presidencia de la República, falte Fernando Villavicencio, asesinado por sicarios el pasado miércoles aún de día, al salir de un mitin en una zona céntrica y residencial de Quito.

Villavicencio, el luchador tenaz contra la corrupción, que sustentó su campaña hacia Carondelet justamente en la promesa de un combate frontal contra el crimen organizado, no está más. Se autodenominó el candidato valiente y ejerciendo como tal cayó ante las balas asesinas de ‘gatilleros’, como se identifica en el argot del hampa a los que se especializan en matar por encargo. Encargo que el país espera con ansias sea prontamente develado.

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El debate, entonces, no podría ser más esperado que ahora, cuando la población ecuatoriana está aterrorizada por aquella horrenda acción criminal y requiere, como nunca antes, de respuestas urgentes, válidas y sobre todo lógicas, de quienes la quieren gobernar, en torno al plan que cada uno de ellos propone para devolverle la tranquilidad a esta otrora “isla de paz”.

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No debemos esperar menos. No podemos aceptar menos. Inevitablemente el centro del debate tendrá que ser la temática de la seguridad, aunque son cinco las planteadas y podrá haber repreguntas. Resta esperar que no se convierta, como en ocasiones anteriores, en una recitación apurada e inconclusa de promesas y uno que otro ataque, todo sometido a un rígido formato de tiempos exactos y de cierre de micrófonos, que con idea de ser “justos” castiga al que sí tiene algo que decir y premia la verborrea.

En las actuales circunstancias... no podremos aceptar menos que claridad y transparencia en la propuesta de seguridad...

Es momento de saber la viabilidad de la postura absolutamente represiva, la del ataque frontal al crimen organizado que pregonan más de uno de los postulantes, y medir sus efectos y “daños colaterales”; o las posturas menos radicales que podrían demorar en sus efectos, primero conteniendo el que ahora parece inevitable reguero de sangre para inmediatamente tomar la iniciativa de soluciones profundas poco histriónicas.

El evento televisivo de mañana es una excelente oportunidad para ver más allá de la nariz en materia de seguridad. Para dejar de lado frases cliché y asumir en serio la temática. Es el crimen organizado el que se ha instalado aquí, pero solo pudo hacerlo cuando las condiciones estuvieron dadas para que el país les resultase atractivo. La suma de todos los deterioros, social, educativo, laboral, de atención a servicios básicos elementales, de falta de trabajo, es el reflejo de las malas políticas públicas, ancestral ineficiencia de la economía, o del señorío de la corrupción y la impunidad. Cómo no terminar así en un escenario como el actual, donde los estados de excepción que plantea el Gobierno ya se han vuelto una anécdota y materia para muchos memes.

En las actuales circunstancias, quienes estaremos observando el debate no podremos aceptar menos que claridad y transparencia en la propuesta de seguridad y en las otras que en conjunto redundan en la tranquilidad que todos pedimos a gritos. Que los debatientes lo asuman con seriedad, en homenaje a esa silla vacía. (O)