El asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio, la tarde del miércoles en Quito, se suma a la lista de muertes que cada día se incrementan en el Ecuador y provocan una sensación de zozobra en la población nacional, que ve que incluso ni estas personas de alto perfil se salvan de la violencia en la que vive el país, sin una respuesta adecuada por parte del Estado.

Elecciones anticipadas no se suspenden y se declara estado de excepción en el país tras asesinato de Fernando Villavicencio

Frente a esta realidad, esto es lo que opinan nuestros columnistas, pensando en el sentir nacional de cara a las elecciones anticipadas del domingo 20 de agosto:

Eduardo Peña Triviño, exvicepresidente del Ecuador

Villavicencio fue un profeta que denunció la corrupción de los poderosos y por eso fue asesinado, como todos los profetas. Su ausencia en las elecciones es un vacío que nadie puede llenar. El magnicidio nos tiene a los ecuatorianos indignados y con ganas de revancha, y estos sentimientos se reflejarán en las elecciones. Los votantes preferirán a los candidatos que les ofrezcan mano dura y combatir a los delincuentes y sus financistas con las penas más graves. Cuando se instale el nuevo Gobierno, tal vez la fuerza pública haya superado los engorrosos trámites que manda la Ley de Contratación Pública, que en casos como este se convierte en un estorbo para la acción rápida que se requiere y el pueblo reclama con toda razón. Necesita armas y equipos modernos para su trabajo. Recordemos que los delincuentes ya usan drones.

Pero la Fiscalía puede avanzar en las investigaciones del proceso penal y hacer condenar a los autores intelectuales y a los financistas de los asesinos. El país exige justicia y hay que darla, pero no venganza.

Indignación

Cristina Villagómez, analista

La muerte de Fernando Villavicencio y todo lo que sucedió después resulta profundamente doloroso. Llevamos años diciendo: “Esto antes no pasaba”. Bueno, la muerte de Villavicencio se suma a esa larga lista de cosas que en Ecuador no pasaban antes. Esta tragedia nos debe convocar a hacer un análisis de lo que acontecimientos similares gatillaron en otras fronteras.

En Colombia, por ejemplo, el vil y despiadado asesinato de figuras políticas cuya bandera era la lucha contra la corrupción y las mafias fueron puntos pivotales. El asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán Sarmiento fue lo que detonó la búsqueda y posterior captura de Pablo Escobar. Además, la muerte de Galán puso un freno a la forma en la que las mafias penetraban sin pudor en espacios como el Poder Legislativo. Al menos la forma cambió, aunque en el fondo la injerencia de las mafias siguió existiendo con menos violencia.

Parece que, cuando la mafia amenaza a la política, la política se pone en marcha para limitarla o al menos arremeter contra ella en alguna medida. La gran duda es: ¿qué pasa cuando la mafia es electa? ¿Qué pasa si nos gobierna la mafia? En ese escenario, habremos perdido todo. Por eso, las elecciones que se avecinan en Ecuador son tan importantes. Para honrar la memoria de un hombre que luchó contra la mafia sin tapujos, tenemos que elegir a quien no dé su brazo a torcer frente a un poder que orbita al país desde hace años. Unidos podemos dejar atrás esa mala costumbre de decir con impotencia: “Eso antes no pasaba”.

Qué restricciones y medidas contempla el estado de excepción por 60 días tras asesinato de Fernando Villavicencio

Pablo Lucio Paredes, analista

Los ecuatorianos iremos a las urnas con una mezcla de sentimientos. Miedo de que la violencia nos llegue a afectar no solo en la vida colectiva, sino en la personal. Desorientación de que nuestro país sea manejado por mafias ocultas y peligrosas, y que escape de nuestras manos. Rabia de que nos sentimos impotentes, no sabemos cómo se podrá enfrentar este flagelo. Motivados de que esta pueda ser la señal de alarma para despertarnos y caminar juntos. Responsables de que el voto será más importante que nunca. Esperanzados de que el país, como en otros momentos de su historia, pueda encontrar un mejor sendero.

Enrique Rojas, analista de temas comunicacionales

Parto de la premisa planteada por Humberto Maturana y otros investigadores de que los seres humanos somos seres emocionales, que las emociones definen las posibilidades de acción y que, al estar en una cierta emoción, aceptamos como válidos ciertos argumentos que no aceptaríamos en otro estado y actuamos de maneras condicionadas por esta emoción.

En ese contexto, frente a la creciente ola de inseguridad y violencia que vivimos, sumada a los lamentables asesinatos de Fernando Villavicencio y Agustín Intriago, creería que la emoción que primaría hoy en el electorado es el miedo, asociado a una sensación de incertidumbre y un estado de ánimo de la resignación.

Desde ahí, el elector decidiría de manera impulsiva, motivado por la autopreservación, por candidatos que se perciben como fuertes o capaces de manejar situaciones amenazantes, que prometan soluciones decisivas y enérgicas para abordar los problemas que les generan miedo. Por otro lado, el miedo puede alimentar la polarización política, lo que crearía un entorno más hostil entre correístas y anticorreístas.

Policía extrema seguridad en Unidad de Flagrancia donde se encuentran los seis sospechosos detenidos por el asesinato de Fernando Villavicencio

Simón Pachano, analista

Si no hay precedentes de un hecho bárbaro, como es el asesinato de Fernando Villavicencio, un candidato presidencial, es muy difícil prever cuáles serán las condiciones en que acuda a votar la ciudadanía y, en general, la manera en que vayan a realizarse las elecciones. En medio de la indignación y la pesadumbre, solamente se pueden hacer algunos supuestos que abarcan tanto lo emocional como lo político.

En lo emocional, esto seguramente incrementará el rechazo de una gran proporción de la ciudadanía a la política, a los políticos y a las instituciones, a la vez que generará mayores niveles de temor y desconfianza. En síntesis, se puede esperar un mayor debilitamiento del tejido social, ya bastante disminuido por el avance de la inseguridad. También contribuirá a afianzar la percepción de la penetración de la política por el crimen organizado.

En lo político, es probable que una parte de la población defina su voto (o lo redefina, si ya había tomado una decisión) a partir de este hecho. Un asesinato político, como es este, inevitablemente debe tener consecuencias políticas, mucho más si se ha producido en el último tramo de la campaña electoral. La pregunta en este aspecto es en qué consistirá ese cambio. Al respecto se puede suponer que podrá favorecer a alguna de las candidaturas o que, al mismo tiempo, podrá perjudicar a otra u otras, y que incluso podrá volcar mayor votación a la propia candidatura de Fernando Villavicencio, que deberá mantenerse en la papeleta.

Mónica Varea, escritora

¿Cómo llegarán los pedazos que quedan de nuestras almas rotas a votar el domingo 20 de agosto? No sé si tomar agüita de valeriana surta efecto. No sé si las lágrimas nos permitan cerrar los ojos, parpadear. No sé si nuestros corazones agitados nos permitan pensar. No sé si el miedo impotente nos suelte. No sé…

Han matado a un candidato a la Presidencia. Fernando Villavicencio ha muerto. La historia de este país la seguimos escribiendo con sangre. El horror nos atenaza. No hay lágrimas ni gritos ni abrazos que alcancen para amainar tanto dolor, tanto horror.

¿Cómo se vota con la piel cortada, con el corazón helado, con el alma desmembrada? No sé si mirar de frente y alzar el puño y la voz nos sirvan. No sé si llorar bajito nos libere, nos permita caminar hasta las urnas y votar. No sé si empezar a recoger los pedacitos de patria rota y nuestros propios añicos nos ayude a llegar. No sé…

¿Cómo se vota con la indignación al hombro, con la sangre en el ojo? No sé si en lugar de escupir y golpear y gritar nos aferramos a la palabra para decir, para transar, para seguir. Juan José Millás dice que las palabras cauterizan las heridas, pero esto no es una herida; es un hueco. Y como escribe Fernando Aramburu: “Hoy manda el hueco, hoy no soy nada.”

Yo simplemente no sé cómo votaremos con miedo, con furia, con dolor y sin manos, sin caras, sin nombres.

Andrea González, compañera de fórmula de Fernando Villavicencio: Nos quitaron nuestro presidente valiente, estoy destrozada

León Roldós, exvicepresidente de la República

Sin lugar a dudas, sondeos y encuestas anteriores al asesinato de Fernando Villavicencio, aun cuando no hayan sido mandados a elaborar, han perdido valor.

Para algunos sindicados por Villavicencio de ser actores de la delincuencia organizada en la narcopolítica dominante, con cálculos electorales, por apadrinarla y/o estar bajo su sometimiento, era imprescindible la muerte de Villavicencio, porque con la potencia de sus investigaciones, para el debate del domingo 13 hasta las elecciones del 20 de agosto, su intención era evidenciar los nexos de candidaturas con esa delincuencia, además con aspiraciones de pasar a Asamblea Constituyente para quedarse de largo, en una estructura de narco-Estado.

Hay respeto a Fernando en algunos que expresan su solidaridad con su familia y sus partidarios aun siendo contradictores, pero también hay los que aparecen como echando “lágrimas de cocodrilo”, que por un movimiento reflejo, cuando devoran a sus presas, lloran; pero en el caso de Villavicencio, simulan tristeza, aun cuando realmente se alegran de su eliminación, porque creen que lo silenciaron y ganarán espacios, aun cuando no hayan estado atrás del asesinato.

Y, en cuanto a aquello de que se necesita un Bukele para la represión, una puntualización. El asesinato de Villavicencio no es un hecho más de violencia delicuencial, sino, como queda dicho, de narcopolítica con cálculos electorales.

El mejor homenaje a Fernando será profundizar sus investigaciones, que esa narcopolítica por la vía electoral no salga beneficiada.

El espacio de Villavicencio en la papeleta deberá se sustituido por la persona que designe la fuerza política que inscribió su candidatura, aun cuando en la papeleta, donde deba marcarse el voto, aparezca el nombre y la foto de Fernando.

El candidato presidencial Fernando Villavicencio en un mitin de campaña, minutos antes de ser asesinado. Foto: EFE

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Gilda Macías Carminiagni, analista

Las votaciones del 20 de agosto de 2023 van a mostrarnos, de muchas y diversas maneras, de qué estamos hechos los ecuatorianos, frente al cobarde asesinato del candidato presidencial, Fernando Villavicencio, un hombre valiente y aguerrido, quien dedicó su vida profesional a denunciar casos de corrupción y fue objeto de persecución y amenazas durante 20 años.

Cuando aún no lográbamos reponernos del homicidio de Agustín Intriago, alcalde de Manta, sucede un hecho de tamaña magnitud, que imposibilita anunciar con certeza qué pasará en los próximos días. Por ahora, las reacciones ciudadanas son de legítima sorpresa, indignación, consternación, solidaridad con familiares y adherentes, pero también de miedo y desconfianza, expresadas en protestas contra el Gobierno por la evidente inseguridad en que vivimos, el rechazo al correísmo, la advertencia de tomarse las calles, el pedido de intervención de una junta cívico-militar e incluso la postergación de las elecciones.

Así, las condiciones emocionales de quienes se acerquen a votar el 20 de agosto podrían ser distintas y por diferentes motivos: 1) habrá quienes elijan votar por los candidatos que mejor representen, según su percepción, la mano dura contra las mafias narcopolíticas, y con ello, hacer una especie de vendetta pública; 2) otros que apoyen su partido, votarán sin importar quién lo reemplace como candidato, a modo de hacer justicia; 3) unos más votarán por el nulo o blanco, para expresar la furia que ha causado este vil asesinato; todo lo cual instaura una cultura de violencia política como no habíamos visto antes en nuestro país.

Gustavo Cortez, analista y periodista

Yaku Pérez invitó a candidatos a la Presidencia a reunirse para lograr un ‘acuerdo por la seguridad’

Nelsa Curbelo, especialista en temas de paz

Un grito prolongado, que se oyó en todas las calles en medio del ruido de la circulación por la avenida Barcelona, como una corriente eléctrica, sacudió la tarde del miércoles todo el barrio. Luego salidas a la calle, asombro, comentarios, lágrimas. Acababan de enterarse del asesinato de Fernando Villavicencio. No lo podían creer, estado de shock colectivo.

Mismo estado mezcla de incredulidad, indignación, asombro, perplejidad, entre los asistentes a un acto académico, invitados a un minuto de silencio por los acontecimientos que no conocían.

Horas más tarde, en medio de las expectativas por el pronunciamiento del Gobierno, el presidente del país, con terno café, corbata granate, lee un mensaje, sin improvisar, con autoridades cuestionadas de diferentes funciones del Estado. Mirando pocas veces de frente. Para anunciar los consabidos estados de excepción que poco resultados tienen.

La ciudadanía se siente huérfana, aterrada, con un enorme vacío de poder de las autoridades legales, con falta de credibilidad en los profesionales que deben defenderla y un poder ejercido en las sombras por mafias que siembran caos y dinamitan el Estado y la democracia. Sumergidos en una red que atenaza y ahoga. Y matan, secuestran y asechan en las sombras, aunque ataquen a plena luz del día.

Y el miedo es muy mal consejero.

Así iremos a las urnas, si es que llegamos, el día 20 de agosto, juntando nuestras esperanzas y apostando que es posible recuperar la patria, si elegimos con conciencia, a la persona y el equipo capaz en este contexto.

Algunas personas llegaron a la sede del movimiento Construye en el centro de Ambato a solidarizarse por el asesinato de Fernando Villavicencio. También rezaron porque el Ecuador tenga paz y se libre de la corrupción, en el lugar hubo resguardo policial. Foto: Wilson Pinto. Foto: El Universo

Gustavo Cortez Galecio, analista y periodista

El país amaneció este jueves, sin duda, aletargado. Estupefacto. Indignado. Ya no lo estamos viendo por televisión, desde lejos o muy cerca. Ya no se trata de Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro Leongómez, candidatos presidenciales asesinados en las cruentas guerras internas de la Colombia de fines del siglo pasado. No. Es aquí. Es ahora. Es Fernando Villavicencio, valiente político, investigador sagaz, el que ha caído por las balas asesinas, en un confuso atentado ocurrido en pleno centro de Quito, a plena luz del día y en plena campaña presidencial.

No hay cómo no sentir repugnancia. Ayer mismo, minutos antes, había reiterado Villavicencio su decisión de luchar por reinstalar la seguridad en el país y enseguida, saliendo de un coliseo, él mismo se convirtió en una víctima más de sicarios que ahora pululan por el Ecuador.

Pero la indignación no va sola. Hay también miedo. Y cómo no, si terrorismo viene de terror y justamente eso, terror, es lo que tratan de implantar fuertemente en la sociedad ecuatoriana que ahora mismo debate íntimamente sus miedos para atreverse a salir a votar el próximo domingo.

El país, sin embargo, necesita más que nunca de esos votos. Pero votos enfocados, conscientes, indignados y al mismo tiempo esperanzadores, que hoy más que nunca se conviertan en un ticket a un futuro de paz, de bienestar o, al menos, al arranque de un proceso serio de ir hacia ese destino. Que así el sacrificio de luchadores como Villavicencio haya servido para algo.

Irene Torres, analista

Como nunca, pocos ecuatorianos irán tranquilos, con la mente clara, decididos, a consignar su voto el 20 de agosto.

Desesperanzados e indignados, muchos votarán por quien decidan ese momento que representa el mal menor, o con un rotundo nulo, sin haber dilucidado quién produce más seguridad o menos miedo. Pero todos, con rabia, mucha rabia y tristeza, una inmensa tristeza. Estamos política y emocionalmente derrotados como país. Sin salida a una crisis donde ningún candidato rompe filas para apoyar a otro, el que pueda traer paz sin violencia, y el que quiera realmente encontrar a los culpables de todos los asesinatos, civiles y políticos, que llenan las portadas de nuestros periódicos.

Alberto Molina Flores, analista de temas de seguridad

Al parecer, la caja de pandora se ha abierto y todos los males se han esparcido en este maravilloso país: el odio, la venganza, la corrupción, el narcotráfico, el crimen organizado, el secuestro, el sicariato, los crueles asesinatos. Solo nos queda la esperanza; pero, al parecer, también la esperanza nos han robado.

Tenemos un país maravilloso. Gente buena, trabajadora. Nos preguntamos: ¿en qué momento se volvió esta “isla de paz” un infierno, sin líderes capaces de conducir a este país por la senda del progreso y la paz?

Como si todos los males aún fueran pocos, en un acto sin precedentes, atroz, despiadado, asesinan a Fernando Villavicencio, un líder, adalid de la democracia, valiente hasta la temeridad, combatiente sin desmayo contra la injusticia, la corrupción, la impunidad, el crimen organizado, la narcopolítica. Para que su sangre no se haya derramado en vano, los ecuatorianos, como un homenaje a su memoria, si hay elecciones, debemos elegir a su binomio.

El Ecuador está de luto no solo por el cruel e infame asesinato de Fernando Villavicencio, sino también por tantos muertos víctimas de esta vorágine de terror que han convertido a nuestra querida patria.

Los ecuatorianos debemos reaccionar, no podemos quedarnos en estado de shock, exigir a todas las autoridades, a la dirigencia política, gremial, campesinos, trabajadores, hombres y mujeres de todos los rincones de esta patria adolorida, arriemos las banderas, nos unamos para poder salir adelante y que el miedo no nos paralice.

Si no queda inscrito el reemplazo de Fernando Villavicencio hasta antes de las elecciones del 20 de agosto los votos de esa postulación no serían válidos, concuerdan expertos

Alfonso Reece, analista

La peor consecuencia del crimen es haber descalificado moralmente al proceso electoral. ¿A dónde iríamos a parar si el ganador del proceso electoral estuviese cuestionado? Sería un verdadero colapso ético de la República. Con el asesinato de Villavicencio hay beneficiados, suponiendo que ninguno de ellos estuviese comprometido como instigador o cómplices. Es duro decirlo, pero el fallecido candidato quedó sentenciado a muerte cuando se publicaron las encuestas que demostraban que estaba en la segunda vuelta electoral. Todavía las diferencias caían dentro del margen de error, pero ya había una tendencia. Los posibles ganadores de la primera vuelta daban a entender que les daba igual enfrentar a cualquier candidato en el balotaje, pero esto no era así. La limpia trayectoria del político alauseño y su enganche popular lo volvían un candidato temible. Pero igual, los candidatos de la serie B estaban descartados definitivamente con estas previsiones.

La única posibilidad de hacerle una “limpia” al proceso electoral, que lo valide éticamente ante la población, está en manos de los magistrados electorales, que deberían aplazar la realización de los comicios, por lo menos en dos semanas. Esa postergación permitiría al movimiento de Villavicencio seleccionar un nuevo candidato y retomar la campaña. Lo ya perdido no volverá, el postulado reemplazante, de cualquier manera, parte en desventaja. Pero es indispensable que el TSE dé este paso, que jurídicamente es posible, en aras de la credibilidad democrática del país, que por el momento está por los suelos.

Organizaciones, medios, periodistas, académicos y personalidades hacen un llamado a las autoridades para que ofrezcan respuestas contundentes ante el asesinato de Fernando Villavicencio

Mauricio Gándara Gallegos, analista

Tras el asesinato a Fernando Villavicencio, su familia y seguidores tendrán el consuelo histórico de que su progenitor y líder pasa de ser candidato a constituirse en símbolo de una lucha sin cuartel contra la corrupción. Este hecho ha conmovido a la Nación tal vez tanto como el asesinato a Alfaro en la “Hoguera Bárbara” en 1812; luego, el asesinato a Julio Andrade. Después, las elecciones en las que se eligió al Leonidas Plaza. Hoy se repite la hoguera bárbara; esta vez la víctima está rodeada de sus guardias de seguridad; en la anterior, fue masacrada ante la mirada complaciente de sus guardianes. Así habrá estado conmovido el País cuando el asesinato a García Moreno en 1875.

Es tal el desconcierto, que los ciudadanos se preguntan nuevamente por quién votar el 20 de agosto. Las reacciones son diversas, pero lo cierto es que el asesinato cambia el escenario electoral y todo puede ocurrir.

La reacción del Gobierno, nuevamente, frustrante. La reacción post mortem del Concejo de Seguridad, las usuales condolencias, promesa de que esta vez el crimen no quedará impune... ¡Ah y el consabido decreto de Estado de Emergencia!

El partido de Villavicencio está facultado legalmente para reemplazar el nombre del candidato; puede hacerlo con el binomio u otro de la misma tendencia. Opinando de barrera de sol, también podrían pensar con su compañero de lucha, Zurita, que es también un símbolo.

María Fernanda Cobo, analista

El miedo, la indignación y la ira no pueden y no deben vencer a la razón y la necesidad de trabajar por un mejor país. Hoy más que nunca no hay espacio para la venganza y tampoco para la impunidad. En la respuesta ciudadana de las próximas elecciones no cabe la indiferencia, la indecisión o el desinterés político.

El Ecuador tiene la responsabilidad de ejercer un voto consciente e informado que contribuya a la estabilidad y fortalecimiento de la democracia. Proteger la legitimidad del próximo proceso electoral fortalecerá el vínculo entre la ciudadanía y el sistema político, un vínculo donde no cabe la intimidación, la amenaza o la violencia para desestabilizar y fracturar nuestro sistema político y la paz social, condiciones indispensables para impulsar el crecimiento económico y el bienestar social.

Nuestra conciencia cívica nos obliga a ejercer un voto valiente, razonado y comprometido con una transición política que exige elecciones libres, limpias y seguras.

Miguel Hernández Terán, constitucionalista

El sicariato del que fue víctima el candidato presidencial Fernando Villavicencio ha constituido el “cierre” de actos violentos previos al nuevo feriado del 10 de agosto. No solo se trata de un escándalo terrible, es un mensaje clarísimo y directo de la mafia: nadie se puede escapar de las definiciones de ella. Si esta te condena a morir estás muerto, así tengas custodia. No hay primacía de los derechos sino primacía de las decisiones de la mafia. El resto es cuento.

Y ese mensaje hace más explícito lo que ya sabíamos: la inutilidad del Estado para protegernos y la pérdida casi total de la confianza social en la idoneidad de las autoridades competentes. Cuando vimos en la televisión que en la sede de una administración carcelaria había drogas, armas y objetos escondidos todos entendimos que el panorama está perdido. La democracia está indisolublemente ligada al ejercicio de los derechos. Sin la consecución de estos la democracia no sirve, queda en el papel y en formalidades. Este contexto deja muy en claro que la desesperanza será la tónica de las próximas elecciones, muy buena parte de los votantes ira a la “fiesta democrática” para obtener su certificado de votación, útil para trámites administrativos, pues su fe está minada, como, aparentemente, el futuro del Ecuador.

Katia Murrieta, analista

Muchos son los sentimientos que nos embargan, no solo a quienes vivimos en el Ecuador, sino a todos aquellos que rechazan la forma sucia de hacer política en el mundo y, sobre todo, la violencia que se ejerce contra las personas, hasta llegar a su eliminación, cualquiera que fuese la causa.

La trágica muerte de quien fuera candidato a la presidencia de la República y exasambleísta, Fernando Villavicencio, nos llena de estupor, indignación y terror porque sabemos que ya nadie está tranquilo en ninguna parte. Al mismo tiempo experimentamos un rechazo total a la falta de medidas de parte del Gobierno ante este fenómeno creciente de inseguridad que, desde luego, no se soluciona decretando estados de excepción. Los males se atacan en la raíz y no se comienza por sus efectos. Mientras no lo entendamos así, ningún intento de paliativo podrá ser eficaz.

Y, en ese contexto, nos preguntamos cómo se conducirán los votantes frente a los próximos comicios, sabiendo que el peligro de perder la vida se encuentra al acecho por todas partes. ¿Podremos ir tranquilos a depositar el voto? ¿Podremos acompañar a quienes queremos que lleguen a Carandolet y a la Asamblea? ¿Estaremos todos seguros?

Estas elecciones que, de suyo, son atípicas y nos ocasionan un tremendo desfase económico por lo que conllevan y la parálisis de la mayoría de las inversiones, estarán marcadas por el poco entusiasmo de los votantes, quienes irán con un crespón negro en señal de frustración, protesta, dolor, malestar e incredulidad.

Inkarri Kowii, analista y especialista en temas indígenas

El Ecuador está atravesando uno de sus episodios sociales más difíciles y oscuros. La muerte del candidato presidencial Fernando Villavicencio a 10 días de las votaciones nos deja a los ciudadanos en un clima de miedo e incertidumbre. Las últimas encuestas daban cuenta del alto nivel de indecisión que reinaba. Sin duda alguna los hechos de las últimas horas serán determinantes en la decisión que debemos tomar.

Algunos teóricos de la democracia señalan que para su funcionamiento es necesario la acción racional de los individuos, sin embargo, es más probable que las decisiones ante las elecciones sean, ante todo, emocionales.

¿Con qué emociones nos acercaremos a las urnas? El miedo, la rabia e impotencia serán las reinantes y las campañas de los competidores se reorientarán en esa dirección. Sin embargo, si tenemos una clase política que entienda lo que necesita el Ecuador deberían aparecer mensajes de unidad, cariño, calidez, y seguridad. En definitiva, las emociones con las que decidamos serán las que se posicionen en estos días, y como sociedad civil las que permitamos. Ahora, ¿está mal votar guiados por las emociones? No. No somos seres enteramente racionales, las emociones guían nuestras acciones e incluso nos protegen. Cómo utilizaremos nuestras emociones es la pregunta que debemos hacernos. Hannah Arendt decía que el fin de la política es la protección de la vida. Ante el miedo, que el abrigo que buscamos nos permita aflorar mejores emociones que nos permitan generar acuerdos para devolvernos la seguridad de la vida en conjunto.

Nila Velázquez, analista

Estamos acostumbrados a ejercer el derecho del sufragio, a tratar de conocer a los candidatos durante la campaña y a decidir por quién votar, esta vez es diferente. El asesinato del candidato Fernando Villavicencio conmovió a la mayoría de ecuatorianos, cambió el panorama electoral e influyó en el estado anímico de los votantes y de la ciudadanía en general.

Todos sabemos que la inseguridad, la corrupción, la impunidad y la violencia han crecido en el país y por eso nos preocupa saber cuál es la propuesta de los candidatos para afrontar estos problemas. Villavicencio, desde que ejerció el periodismo se dedicó a la investigación de los hechos de corrupción y se ha dado a conocer que los casos investigados por él exceden los doscientos cincuenta. En su campaña enfatizó su decisión de luchar contra ese mal que azota al país. Lo reiteró en su último mitin y perdió la vida.

Este hecho ha cambiado el estado de ánimo de los ciudadanos. Hablé con algunos, estas fueron las respuestas más frecuentes: no iré a votar, iré a votar pero tengo miedo, rezaré e iré pero con temor, estaré muy triste, me sentiré en indefensión, temo al futuro. Pero también hubo respuestas esperanzadoras: me impactó, pero reaccioné, ahora hago campaña para que asistan a votar.

Sí, hagamos que la muerte de Villavicencio, haya sido o no nuestro candidato, sea el punto de partida para entender que no habrá manera de derrotar la inseguridad y la corrupción sin la decisión nacional de lograrlo y allí entramos todos. Votemos en consecuencia.

Alfredo Saltos Guale, analista de temas agrícolas

Es evidente que el atentado y muerte del candidato presidencial, con enormes posibilidades de triunfo, Fernando Villavicencio agrava hasta extremos impredecibles el ambiente de inseguridad, desconfianza, indefinición, volatilidad y temor de los electores de toda la nación, que deben acudir a sufragar indefectiblemente el 20 de agosto. Esta situación se torna más peligrosa y conflictiva para los votantes de las zonas rurales, en condiciones de adversidad superiores a los ciudadanos de las urbes, aspectos que ya primaban por las escasas propuestas electorales con cierto nivel de seriedad que existían. Teníamos la esperanza que en el debate obligatorio anunciado para el domingo 13 de agosto se podrían escuchar detenidamente los planteamientos de los aspirantes, pero este hecho necesario, se vuelve impracticable si está ausente uno de los protagonistas, con inconvenientes para designar a tiempo su reemplazo.

Sin embargo, a pesar del momento de terror que persiste, sin optimismo para aclarar el doloroso acontecimiento por el clásico estado de impunidad que agobia a la sociedad en descontento unánime por la falta de eficacia de la Justicia y de la Policía para desentrañar los misterios que caracterizan los hechos que avergüenzan al país y a sus líderes, Ecuador debe concurrir masivamente a expresar su voluntad en las urnas tanto en el primer llamado como en el segundo, si lo hubiere, aun cuando el dolor ocasionado carcoma los sentimientos patrios, correspondiéndole al Estado entregar toda la protección y seguridad, que no tuvo con los candidatos, para que la asistencia a cumplir el deber cívico sea plena.

Fabián Corral, analista

Los efectos político/electorales del condenable asesinato de Fernando Villavicencio (FV) rebasan las previsiones normales de la ley y del CNE. Un momento trágico, dramático, penoso y excepcional, necesita medidas inteligentes y excepcionales.

El asesinato de uno de los candidatos a la presidencia de la República altera de hecho las elecciones previstas para el 20 de agosto. En efecto, desaparece uno de los candidatos y se mantiene su binomio. Eso significa que los partidarios de FV no tienen plena libertad para elegir. Se han alterado significativamente las opciones ciudadanas. El hecho ya vicia el proceso y modificará los resultados previsibles en las elecciones. Afecta a los derechos políticos constitucionales de los partidarios del candidato. La fuerza de la circunstancias, afecta el derecho a elegir.

Todos esos elementos de hecho configuran un caso de situación política extraordinaria, que altera la pureza del acto electoral. Las normas jurídicas contenidas en la Constitución y en el Código de la Democracia, considerando estas circunstancias, deben interpretarse y aplicarse con responsabilidad y sentido común. No se puede hacer abstracción de un hecho de semejante dimensión, público y notorio por lo demás, ni hacerse de la vista gorda respecto del impacto sicológico que el evento provoca en la sociedad. Se trata de un caso que supera todas previsiones normales y que obliga al CNE a postergar las elecciones para permitir el reacomodo del electorado que quedó sin posibilidades de elegir, en consideración además al sentimiento de inseguridad que ha generado el hecho. Si no hay confianza extendida en la sociedad, como es evidente, ¿qué se puede esperar en términos políticos de semejante situación?

Serán unas elecciones viciadas por el miedo, y por el efecto de un asesinato sobre la estructura electoral y sobre las expectativas ciudadanas.

La postergación de las elecciones, por un tiempo razonable, debería obligar a los demás candidatos a realizar acercamientos públicos que eliminen, o al menos disminuyan el ambiente de confrontación y desconfianza que reina en el país.

Raúl Hidalgo Zambrano, analista

Las condiciones emocionales personales se transforman en colectivas cuando la intensidad de un gran evento impacta en la psiquis, como el asesinato del candidato a la presidencia Fernando Villavicencio, que genera síntomas de inseguridad, injusticia, miedo, odio, rabia, venganza y otros sentimientos negativos, con los cuales los ecuatorianos que somos altamente emotivos iremos a las urnas el próximo 20 de agosto.

Las reacciones provocan conflictos de difícil predicción, lo cierto es que vivimos en un caos provocado por las malas decisiones de los gobernantes; el incremento de la criminalidad, corrupción y pobreza; la desinstitucionalización del Estado y; la ambición de ciertos políticos por mantenerse en el poder por su interés y algunos para seguir llevando la cómoda vida en países del primer mundo.

En la estratégica militar un conflicto termina cuando se quiebra la voluntad de lucha del enemigo. El objetivo estratégico más rentable es eliminar a su líder político, pues, causa confusión, división y disolución de sus fuerzas; pero, también podría aglutinar y fortalecer las fuerzas, para un contraataque, guiados por un reemplazo que generalmente es otro líder cercano y con similares principios que el eliminado. ¿Quién será en este caso?

Iremos a votar en medio dos estados de excepción que nos restringe derechos y da miedo: el decimoséptimo, inocuo y temporal, declarado por el presidente de la República; y el permanente y terrorífico declarado por los líderes de las bandas delincuenciales. Las condiciones emocionales imperarán y el reemplazo del mártir Fernando Villavicencio, capitalizará las emociones.

(O)