El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo –continuó Petrus (personaje de El peregrino)–. Las personas más ocupadas que conocí en mi vida siempre tenían tiempo para todo. Las que no hacían nada siempre estaban cansadas, no hacían ni el poco trabajo que debían realizar, y se quejaban constantemente de que el día era demasiado corto. En realidad, tenían miedo de librar el buen combate.