Quedarse en el desierto

-¿Por qué vives en el desierto?

“Porque no puedo ser lo que quiero ser. Cuando empiezo a ser yo mismo, la gente me trata con una reverencia que es falsa”.

”Cuando soy fiel a mi fe, entonces empiezan a dudar. Todos se creen más santos que yo, pero fingen ser pecadores, con miedo a insultar mi soledad”.

”Ellos tratan todo el tiempo de demostrar que me consideran un santo, y de esta manera se convierten en emisarios del diablo, tentándome con el orgullo”.

“Tu problema no es tratar de ser quien eres, sino tratar de ser aceptado por todos en la forma en que piensas que debes ser aceptado”, dijo el caballero, alejándose.

”Y actuando de esta manera, es mejor quedarse en el desierto”.

Sí que vale la pena

La vida es como una gran carrera de ciclismo, cuya meta es hacer realidad la Leyenda Personal.

En la salida partimos juntos, llenos de camaraderí­a y entusiasmo.

Pero, a medida que la carrera se desarrolla, la alegrí­a inicial deja su lugar a los verdaderos desafí­os: el cansancio, la monotoní­a, las dudas sobre la propia capacidad.

Nos damos cuenta de que algunos amigos ya han desistido, y de que otros apenas siguen corriendo porque no pueden parar en mitad de una carretera. Estos son numerosos, y todos pedalean al lado del carro de apoyo, conversan entre sí­ y cumplen una obligación.

Terminamos por distanciarnos de ellos; y entonces nos vemos obligados a enfrentar la soledad, las sorpresas con las curvas desconocidas, los problemas con la bicicleta. En un momento dado, tras algunas caí­das sin tener a nadie cerca para ayudarnos, terminamos preguntándonos si vale la pena tanto esfuerzo.

Sí­, sí­ que vale la pena. Tan solo hay que persistir.

Tu amor nunca se les debe ofrecer (del poeta persa Hafez)

A veces el amor quiere hacernos un gran favor: sostenernos al revés y sacudir todo lo que no tiene sentido fuera.

Tu amor jamás deberí­a ser ofrecido a la boca de un extraño.

Solamente a alguien que tenga el valor y la audacia para cortar piezas de su alma con un cuchillo.

Y luego tejer con ellas un manto para protegerte.

Desde que la felicidad oyó tu nombre, ha estado corriendo a través de las calles tratando de encontrarte.

Desearí­a poder mostrarte cuando estás en la soledad o en la oscuridad la asombrosa luz de tu propio ser.

Hay diferentes pozos en tu corazón. Algunos llenados con cada buena lluvia, otros demasiado profundos para eso.

El miedo es el rincón más barato de la casa. Me gustarí­a verte viviendo en mejores condiciones.

Incluso después de todo este tiempo el sol nunca le dijo a la Tierra “me perteneces”.