No existe una democracia sin elecciones. Aunque no es lo único que la define sí tiene relación con derechos soberanos. El domingo Ecuador irá a las urnas en condiciones extraordinarias, pero eso mismo convierte a la jornada del 20 de agosto en un día de enorme valor histórico.
La corta campaña electoral ha concentrado a los partidos y movimientos en la difusión de sus presidenciables y los aspirantes a asambleístas han hecho apariciones discretas. Solo en Guayas son 215 los inscritos y a nivel nacional suman más de 1.200 quienes pretenden llegar a la Asamblea Nacional, función del Estado de enorme importancia por los deberes y atribuciones que le da la Constitución.
No solo posesiona al presidente y vicepresidente de la República y a otros funcionarios, sino que legisla, fiscaliza, tiene la potestad de participar en una reforma constitucional, de cesar a los mandatarios y otras registradas en el artículo 120.
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Las elecciones del 20 de agosto fueron convocadas luego que el presidente Guillermo Lasso firmó el decreto de muerte cruzada, norma legal aplicada por primera vez. Esto evidenció vacíos que los próximos presidente y asambleístas deben revisar.
La figura de la Asamblea Nacional tiene valor trascendental para la gobernabilidad. Elegir a sus miembros es tan importante como escoger presidente.
Los electores están obligados por el Código de la Democracia a votar en plancha. En esas condiciones deberán informarse respecto a los planes de ejercicio de partidos políticos o en concordancia con el postulado a gobernar desde Carondelet para tener claridad en torno a su decisión.
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Desde 2021 no se puede escoger entre listas de partidos o movimientos, esa es otra asignatura pendiente. Requiere una reforma para respetar el derecho a elegir.
Otro hecho que hace distinta a esta elección es el doloroso asesinato de un candidato (Fernando Villavicencio) a once días de los comicios. Las dificultades para registrar su reemplazo alertan de otras reformas por hacer un país que ha cambiado por efecto del crimen organizado. (O)
