Los eventos climáticos han dejado experiencia por lo sucedido con la agricultura como consecuencia de desórdenes meteorológicos, es especial los que dejaron los fenómenos extraordinarios El Niño del siglo pasado, el de 1982 y 1983 calificado como centenario, pero sobre todo el más destructor de 1997 y 1998, identificado como milenario; no se conoce con precisión el alcance que tendría el que se avecina, que podría ser entre leve, moderado o grave, los expertos en datos predictivos no dudan que se manifestará en el último trimestre del año, sin que pueda precisarse su duración e intensidad, que se sumaría a la conmoción del cambio climático, con registros de temperatura tan altos que llevaron al secretario general de la ONU a decir que vivimos un calentamiento global en camino a una ebullición planetaria.

Están plenamente justificadas las acciones que se proclaman para evitar inundaciones catastróficas como la limpieza de cauces de ríos y esteros, así como establecer la red de sitios de albergue para alojar a segmentos poblacionales más directa y severamente afectados que no tendrán dónde vivir ni qué comer. Los agricultores, por su parte, deberán poner a punto los canales de drenaje y las vías de acceso a las fincas, continuar con los planes de fertilización; sin embargo, solemos olvidar al elemento viviente, además del hombre, razón de existir del agro que son los sembríos, que al decir de especialistas serán afectados todos, en mayor o menor grado, algunos no podrán soportar riadas caudalosas con arrastre de materiales, ni se podrá predecir el tiempo que permanecerán inundados.

Será común a todos los estreses por exceso de humedad, altas temperaturas, al efecto directo de cáusticas irradiaciones, que provocarán traumatismos en el funcionamiento de las plantas que mueve la preocupación de los campesinos y tratarlas como si fuesen seres humanos, martirizadas por fisiopatías o anormalidades. Hemos recurrido a empolvados apuntes de la cátedra universitaria de fisiología vegetal para rememorar que las plantas sufren por situaciones adversas que ralentizan o detienen el crecimiento vegetativo y la capacidad reproductiva, con implicación en los niveles de productividad y calidad de las cosechas.

Estos señalamientos han sido sustentados por el experto peruano Dr. Guillermo Sanabria que ha estudiado en detalle lo sucedido en el vecino país, afectado por calentamientos fuera de los promedios normales, coincidiendo que se ha dado una acumulación de factores de lluvias, humedad, temperatura y luminosidad, agravados por extremas magnitudes calóricas típicas del cambio climático, llevando a los cultivos a una situación de estrés posible de ser manejada con tratamientos hormonales que corrijan el desequilibrio en las funciones de multiplicación, dotando a las especies de mayor capacidad de eliminación de toxinas, como se aconseja a los humanos para descartar substancias antioxidantes. La capacitación técnica y concientización ciudadana deben asumirla los centros de estudios agronómicos superiores, con intervención activa de proveedores de correctores hormonales que se elaboran con éxito en nuestro medio. (O)