En los albores del glorioso mes de octubre se dio un significativo acontecimiento para la agricultura continental, se desarrolló en Costa Rica la conferencia de ministros de Agricultura de América Latina y el Caribe, auspiciada por el IICA, teniendo como marco orientador la magistral presentación de Rattan Lal, paquistaní de 79 años considerado el “padrino científico de los suelos”, ganador del premio mundial de alimentos 2020, reivindicando con claros argumentos el valor de la capa fértil y viva del suelo, que tardó cientos de años en conformarse para proveer de nutrientes a la humanidad, pero podría esfumarse si no es tratada con esmero. Desarrolló con precisos detalles que la herramienta infalible para vencer el hambre y enfrentar la escasez que dejan los fenómenos climáticos es lo agrario, recomendando “reverdecer” las calurosas urbes, no solo con árboles, sino también con coloridos huertos comunitarios y familiares.

Este derrotero de esperanza es más viable en ciudades densamente pobladas de las zonas ecuatoriales favorecidas por leves variaciones de temperatura durante el día, pero con alta luminosidad y periódicas lluvias, fácil de suplirlas con riego doméstico en caso de ausencia, siendo un ejemplo típico la sin par Guayaquil, donde se demostró la eficacia de sembríos en pequeña escala en patios, parques abandonados, avenidas sin vida verde, comunidades, que produjeron verduras y hortalizas, plan liderado por la municipalidad en tiempo de la pandemia inmovilizadora y de manifestaciones políticas que cerraron el acceso al abasto de mercados y plazas. Con esas pintorescas estructuras, creciendo milagrosamente entre el lastre y asfalto, fue posible cubrir las necesidades diarias de verduras frescas, con plantíos de especies de ciclo corto capaces de suplir gruesos poblacionales en las necesidades de vitaminas y minerales, que el organismo humano demanda.

La esencia de la lucha contra el hambre y la paz va de la mano con la agricultura y en ella ocupa un lugar destacado la realizada en centros poblados, que reducen la violencia y elevan el espíritu hacia obras buenas y solidaridad. Es fundamental frenar la degradación de los suelos evitando que desmejoren por malos tratos de cultivo, bien dice el maestro Rattan Lal que cuando la tierra se enferma sufren también las plantas y con ellas las personas a las que nutren, las deficiencias de micronutrientes, proteínas y vitaminas, características de los substratos insalubres, se reflejan en el empobrecimiento de las comidas y de las sociedades, a tal punto de que “si la salud del suelo se deteriora, también se deteriora la del ambiente y la de la gente”, están interconectados.

Pregonan muchos que la solución está en las leyes, pero en Ecuador abundan, desde la misma Constitución con todo un articulado de protección y derechos de la naturaleza, al suelo en particular (art. 409), en normas específicas en materia de territorios ancestrales, garantizando la biodiversidad que enorgullece, en los códigos ambientales, en ordenanzas; sin embargo, no se ejecutan, hemos sido prolíficos en promulgarlas, pero no ha existido la valentía y voluntad política férrea para aplicarlas. (O)