Son frecuentes las predicciones sobre la inminencia de un fenómeno El Niño a iniciarse el segundo semestre de este año, los datos del calentamiento de las aguas del Pacífico señalan que se acercan amenazantes a las costas ecuatorianas y lo fundamentan. Esto, unido a corrientes de aire cargadas de humedad darían la certeza de que estaríamos frente a meses en que la atmósfera descargará su inclemencia con lluvias largas y torrenciales, desmintiendo el antiguo precepto de “lluvias de gran intensidad son de corta duración”. Seguiremos motivando a los gobernantes y a la sociedad en su conjunto a tomar precauciones que reduzcan los impactos.

No imaginábamos que un tema tan delicado fuese utilizado para forjar noticias falaces como las que colmaron el domingo pasado las redes anunciando un supuesto ciclón tropical frente a Guayaquil, similar al Yaku peruano, felizmente desmentido a tiempo, pero contribuyó a aumentar la tensión que perturba a la colectividad actualmente. Debemos atenernos a lo que recomienden y digan organismos especializados del país, la región y del mundo, mejor preparados que particulares para predecir acontecimientos climáticos.

Frente a la probabilidad de un nuevo El Niño, que podría ser igual o mayor en intensidad y perjuicio a los soportados en los años 1997 y 1998, la preocupación primordial es precautelar el abastecimiento de alimentos a la población, identificando las áreas de cultivo en zonas altas donde puedan realizarse dos o más cosechas por período, como en tierras de las provincias de Los Ríos y Manabí, que antaño resistieron altas precipitaciones y que produjeron sin cesar para el consumo interno y la exportación. Otras de baja cota, en cambio, deben abstenerse de plantar girasol y soya, de poca resistencia a lluvias y humedad.

Revisar y poner a punto de operación las represas existentes como la Daule-Peripa, fundamental para el riego y provisión de energía, el trasvase hacia Chongón, El Azúcar y Manabí, con Poza Honda, La Esperanza y Chone, cuyas obras de infraestructura deben estar operativas en toda su magnitud, quedan pocos meses para hacerlo, entendemos que ya se está trabajando en culminar labores de mantenimiento. Recordemos a los cuatro megaproyectos para control de inundaciones identificados como Bulubulu, Cañar, Dauvin, Naranjal; el Ministerio del Ambiente, Transición Ecológica y Agua debe hacer conocer en qué situación se encuentran. En buena hora quedaron enseñanzas que definieron puntos críticos explícitamente señalados en el texto de 300 páginas hecho por la CAF a solicitud de los presidentes de las Repúblicas andinas reunidos en Guayaquil en abril de 1998.

Para estas emergencias se justifican las cuestionadas reservas estratégicas que toda nación sensata debe poseer, cuáles serán sus existencias en bodegas estatales y privadas, la ciudadanía desea saber y prepararse frente a una escasez que podría terminar en hambruna y explosión popular de impredecibles consecuencias, aspectos a cargo del inactivo Comité de Operaciones de Emergencia (COE Nacional), hasta ahora sin un presidente a tiempo completo como demanda la situación climática del país. (O)