Crecen las preocupaciones sobre el impacto que tendría el anunciado evento de El Niño, aterra saber la huella que dejó el ocurrido en los años 1997 y 1998 por la falta de bienes de consumo, no se borra de la memoria su nefasta presencia de 19 meses. Quienes vivimos ese infausto episodio estamos obligados a compartir experiencias, comenzando por describir el escenario de la época, no se disponía de información sobre la marcha de corrientes marinas subyacentes cálidas, como ahora se tiene, ni su preciso avance desde lejanas zonas orientales hacia nuestras desprotegidas costas, ni del comportamiento de los flujos de aire cargados de humedad generando lluvias de gran intensidad y larga duración.

Los dichos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos revelaban que sería un fenómeno de leve a moderado, acorde con los primeros indicios, que jamás se repetiría lo sucedido en los años 1982 y 1983, sin imaginar que la suave tibieza marina y brisas humedecidas se transformarían en vendavales arrasadores, anegando lugares en plena cosecha o en preparación de siembra, superando registros históricos, todo se perdió e impidió restitución inmediata. Fue calificado luego como un evento milenario.

Los parámetros actuales son similares, con la agravante de una prolongada estación lluviosa que deja suelos saturados e inclusive inundados, sumándose el cambio climático global con irresistibles olas de calor. Las pocas cosechas concluirán con dificultades de mecanización, retornando al uso de la hoz, trilla manual y empleo de canoas para recuperar espigas de plantas doblegadas por ventarrones sin sustento de raíces ahogadas, los costos se elevarán, los bajos rendimientos no cubrirán inversiones, ni alcanzará para honrar créditos. La demanda se mantendrá insatisfecha aumentando las tensiones populares.

Así, sin contar con reservas para la seguridad alimentaria, hay que importar arroz, tarea que debe asumir la empresa privada, sin marginar a los agricultores y sus gremios, que ya demostraron eficacia, solo cerrar el paso a los mercaderes especuladores camuflados bajo el marbete de comerciantes. Es interesante retrotraer que, en 1998, aun con los coletazos de El Niño cruel, se exportaron 53.953 toneladas de arroz pilado con óptimo nivel de eficacia del empresariado agrícola, preparado para acometer desafíos de compra y venta internacional.

Respecto del origen, descartar países donde existan focos de patologías que afecten al banano y plátano, presentes en Perú y Colombia, estos mantendrán reservas por iguales o mayores riesgos climáticos, como ya lo hizo la India, no olvidar la grave sequía que aqueja a Uruguay, con evidente déficit hídrico y altos costos industriales, empujado a ofertar el producto en cáscara o paddy; entre tanto, la cotización interna se mantendrá elevada, si no se ha disparado más ha sido por el acceso ilegal por la frontera sur. El Norte peruano ha tenido caída de producción por exceso de lluvias y no se prevé incremento de stocks. Las acciones de soberanía alimentaria, es decir, no depender de otras naciones para alimentarnos, cualesquiera sean las circunstancias, serán misión del nuevo gobierno. (O)