Comercio, educación y empleo son tres fuerzas que impulsan el crecimiento y el desarrollo social a través de los acuerdos de integración económica. El libre mercado y la economía del conocimiento convierten a la enseñanza en un servicio que puede y debe entrar en las negociaciones bilaterales, para dirigir la apertura comercial hacia la transformación de la educación superior y la creación sostenida de empleos de calidad.

De acuerdo a la Senescyt, la empleabilidad de personas graduadas, entre 2018 y 2019, de instituciones de educación superior privadas, cofinanciadas y públicas, correspondió al 14,72 %; las cuales recibieron un salario promedio de 632,15 dólares y el tiempo promedio para conseguir el primer empleo fue de un año. Ante esta realidad de los países en desarrollo, la Estrategia de Competencias de la OECD de 2019 identificó como ámbito de acción prioritario rediseñar los sistemas de educación superior tradicionales hacia modelos de aprendizaje que se adapten mejor a la realidad económica y social definida por la innovación digital, las limitaciones de financiamiento público, los cambios demográficos de la fuerza laboral y la migración.

Los países que acuerdan relaciones comerciales con mayor valor agregado impulsan un sistema de educación superior más abierto, colaborativo y ágil para integrarse al encadenamiento productivo común. Al facilitar y estimular la exportación e importación de servicios de enseñanza focalizados en el conocimiento y desarrollo del mercado bilateral se construye una competitividad complementaria basada en la formación, la investigación y la transferencia tecnológica. Estos tratados comerciales asumen compromisos preferenciales en materia de inversión extranjera directa, propiedad intelectual, comercio electrónico de servicios, contratación laboral y movilidad territorial. Los países que más han avanzado en esta materia son Australia, Singapur, Corea del Sur, Malasia, Israel y Canadá.

Un sistema de educación de calidad y alto rendimiento bilateral necesita alinear las políticas de desarrollo de competencias laborales con las políticas productivas y de innovación empresarial. Así por ejemplo, el Tratado Comercial entre Singapur y Costa Rica promueve el intercambio de especialistas, investigadores y profesores universitarios para impulsar proyectos comerciales que vinculan centros de investigación de industrias estratégicas para ambos países. De la misma manera, el Tratado Comercial entre Israel y Colombia a través del programa TechTransfer fortalce el emprendimiento bilateral en las industrias agroalimentaria, de biotecnología y tecnologías ambientales que responden a las demandas de mercados sustentables.

Los tratados comerciales de nueva generación alinean cada vez más sus disposiciones con los estándares del desarrollo sostenible, de ahí la importancia de integrar en estos acuerdos un enfoque intensivo en el desarrollo de competencias que reduzcan las diferentes brechas sociales, impulsen la economía del conocimiento, mejoren la productividad y el bienestar social, porque una integración económica necesariamente debe ser una integración de aprendizaje. (O)