El mundo da vueltas. Los abusos se pagan. Tarde o temprano caen los sinvergüenzas.

El correísmo le hizo un daño terrible al país. Despilfarró el dinero que teníamos y el que no teníamos. Esfumó miles de millones de dólares en corrupción. Sus nuevos ricos exhibían sus lujos sin pudor. Correa eliminó las fronteras que dividen al Estado del Gobierno y al Gobierno del partido. Se adueñó de todo. Hizo y deshizo a su antojo. Él mismo aseguró ser el jefe de todos los poderes del Estado. Y sí que lo era. Bajo su mando se sometían todas las funciones. Eso de la independencia de poderes no iba con él y su gente. Así, Correa persiguió a periodistas, medios de comunicación y opositores que se atrevían a contradecirlo y criticarlo. Utilizó fondos públicos sin control gobernando en un permanente estado de excepción, un estado de corrupción. Utilizó la maquinaria del Estado en beneficio de sus caprichos. Y en el camino envenenó a la sociedad ecuatoriana con su discurso populista, de lucha de clases, fomentando el odio y la división.

Ahora ha ocurrido lo que era impensable hace pocos años. Se ha ratificado la condena de ocho años de prisión contra Correa por corrupción y ha quedado inhabilitado políticamente. Su rostro desencajado, vía Zoom, es el mejor recordatorio de que el poder es pasajero. Correa se creyó invencible, como lo creen tantos políticos y poderosos en la cima de su poder. ¿Será que los poderosos e intocables de hoy, de mañana, esos que se enriquecen pensando que la justicia no aplica para ellos, entenderán al ver a Correa que su poder tiene fecha de expiración?

Quienes soportaron la persecución y abusos de Correa hoy celebran la justicia. En especial los periodistas y medios que aguantaron ataques, aquellos a quienes allanaron sus casas y oficinas, los intimidaron o enjuiciaron sin ninguna posibilidad de defenderse. Correa está pagando más que un caso puntual de sobornos. Está pagando el resultado de diez años liderando un gobierno manchado de abusos, despilfarro y corrupción. Creyó, tal vez, que como Chávez o Fidel moriría en el poder sin enfrentar la justicia. Los cálculos les fallaron.

Ahora reclaman y nos quieren hablar de justicia quienes entregaban a los jueces en un pen drive las sentencias ya redactadas. Ahora cuestionan la velocidad del proceso en su contra quienes abusivamente condenaron a toda velocidad a este Diario por un artículo que molestó a su majestad. Al final queda la satisfacción de que haya sido un reportaje de los mismos periodistas que Correa persiguió lo que inició el proceso en su contra.

Correa ha caído. No así el populismo, la demagogia, el criminal socialismo del siglo XXI y sus variantes. Por eso estas elecciones son cruciales para enterrarlo, votando por el cambio en nuestro país. Por ahora, nos queda al menos el buen sabor de ver que nadie está por encima de la ley. Ni aquellos que alguna vez fueron la ley.

Ojalá este episodio sirva de lección para futuras generaciones de políticos. Que el destructivo paso del correísmo por nuestra historia no sea en vano. Que entendamos que los abusos y la corrupción se pagan. Que al final no hay nada como poder dormir tranquilo. (O)