No se sabe si es drama o comedia la pieza que protagonizan los tres panas, mamiticos y compadres lindos ante un público que ni siquiera tiene que pagar entrada. El amigable trato que tienen entre ellos demuestra que, a pesar de que son o han sido autoridades, no han perdido la calidez y la ternura. Tampoco quedan dudas de su cercanía cuando ventilan unas críticas que solamente se pueden hacer entre personas que se conocen a fondo. Tan cercana ha sido esa amistad, que entre dos de ellos pueden dar fe de que el otro es y siempre ha sido un miserable. Los dos que hablan en la conversación-sainete saben, porque aseguran conocerlo muy bien, que el tercero no cumplirá el acuerdo que en algún momento establecieron. Es que cuando se pelean los amigos, pueden sacar a relucir aspectos muy feos que solamente se transmiten en la intimidad. Esa intimidad que nació cuando los tres ocuparon altísimos puestos en el Gobierno anterior, cuando al amparo del líder construyeron sueños conjuntos que ahora se rompen en mil pedazos.
Si resulta difícil saber si es drama o comedia, más complejo es avizorar lo que se esconde en esta trama y, sobre todo, anticipar cuál puede ser el final. Sin embargo, algo va quedando en limpio. Primero, que la lucha dentro del correísmo es a muerte. Con la ausencia del único factor de cohesión, la revolución implosiona. Nadie ajeno a ella tiene que mover un dedo, que de eso se encargan los propios herederos. Segundo, como si faltaran evidencias, se comprueba que el tejido de la red de corrupción descendía desde los más altos niveles. En la cúpula estaban los cargos de confianza de Correa que ahora se delatan mutuamente. Su secretario particular, su ministro del Interior (actual presidente de la Legislatura), el contralor al que califico como un lujo, pasan a engrosar la lista encabezada por su vicepresidente y conformada por un número de ministros que ya resulta difícil de recordar. Tercero, queda comprobado que el 30S fue una mentira. Su montaje fue tan artificioso como el nacimiento de la Megan con los fórceps de agenciosos comisionados. Si más adelante intentan volver al cuento del golpe, bastará recordar las declaraciones y acusaciones de los compadres lindos para desvirtuarlo. Cuarto, la política para AP es una guerra de mafias. Si alguien creyó que se estaban definiendo posiciones políticas, propuestas, modelos, puede ir revisando su concepto de política.
Feo y pestilente el fin de la revolución ciudadana. Pero más repugnante puede ser lo que resulte de todo esto si, como ocurre frecuentemente, quienes logren sobrevivir sean los seres más aptos para vivir en el lodazal. No extrañaría que ellos mismos, al comprobar que todos pierden, se confiesen incapaces para manejar la situación y busquen una forma para que el líder venga a poner orden. Ni siquiera tendría que estar presente, bastaría con poner a un(a) títere a la cabeza de la Asamblea y todos podrían volver a chapotear felices, como lo hicieron a lo largo de diez años. (O)