A la desaparición de los glaciares, como efecto del calentamiento global que provoca el cambio climático, se junta también la del ecosistema páramo.

El problema es que uno de los efectos es el cambio de los patrones climáticos, es decir, en las partes más bajas de la cordillera de los Andes se estima que haya menos heladas y neblina por las temperaturas más altas. Así aumenta la probabilidad de que la frontera agrícola se extienda y ocupe más área del páramo que se vuelve interesante para la agricultura, dice Robert Hofstede, de la ONG Ecopar.

Pero es un arma de doble filo, ya que las prácticas agrícolas sobre el páramo son nocivas a largo plazo, añade el especialista. El suelo sobre el que se asienta es bastante húmedo y contiene muchos nutrientes, pero al arrancarlo y exponerlo al aire este se seca y libera la mayoría de este material orgánico. Al inicio es bueno para el cultivo de papas y habas, pero tras dos cosechas se pierde esta fertilidad y lo que queda es convertir este sembrío en pasto para el ganado.

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El hielo es también una fuente natural del agua, sobre todo en el nacimiento de las cuencas, dice Hofstede.

Con la pérdida de los glaciares se vuelven indispensables los pajonales, ya que en su suelo se regula el líquido de forma complementaria. El retroceso del hielo podría implicar que esa superficie sea cubierta por las especies del ecosistema páramo, pero es un proceso que duraría décadas.

“Hay estudios para entender cómo sería la colonización. La idea es que se inicie una colonización natural de las especies del páramo que pueden crecer sobre el suelo que recién se descubre tras el derretimiento del hielo”, asegura Hofstede.

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Debajo del hielo no hay suelo sino una masa de material seco, como arenisca, describe el científico, por lo que es difícil que una semilla crezca. Entonces el proceso natural indica que primero aparecería el musgo, luego unas plantas pequeñas sobre el musgo, se forma un suelo y allí crecen otras plantas. “Se puede imaginar que es un proceso muy lento de colonización natural, demora décadas antes de que haya una nueva vegetación, y es un suelo supersensible, como cuando la piel está quemada por el sol, que casi no la puedes tocar, así es el suelo que se descubre después de la desglaciación, por lo que hay que protegerlo completamente hasta que se forma la vegetación”, indica.

Luis Suárez, director ejecutivo de Conservación Internacional Ecuador (CI), dice que “es fundamental realizar estudios de largo plazo sobre la ecología e hidrología de los páramos para guiar las acciones de conservación, restauración y uso sostenible del ecosistema”.

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El 23 de julio de esta semana se recordó el Día Nacional del Páramo. La celebración incluyó varios webinars, conversatorios, un concurso de fotografía “Tu foto por los páramos” y la declaración de Mojanda como Área de Protección Hídrica.

El complejo lacustre de Mojanda, ubicado en la cordillera oriental de los Andes, es “Área de Protección Hídrica”. Foto: CORTESÍA DEL MINISTERIO DEL AMBIENTE, AGUA Y TRANSICIÓN ECOLÓGICA

En el país quedan 1′521.159 hectáreas (ha) de este ecosistema, pero entre 2000 y 2016 se perdieron 10.151 ha por año, según las últimas estimaciones oficiales. Los cálculos indican que Ecuador ya ha perdido una cuarta parte de los páramos que existían. Y dos tercios de lo que queda está intervenido.

Un total de 667.815 hectáreas (43,9 % de lo que queda) están en áreas protegidas. El Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica sumó 6.097,03 ha más al declarar esta semana como Área de Protección Hídrica a Mojanda, un complejo lacustre, compuesto de páramos y un gran reservorio de agua en la provincia de Pichincha. Esta beneficia a más de 470.000 pobladores.

Gustavo Manrique, ministro del Ambiente, señaló que la firma del acuerdo representa un trabajo en conjunto con el Municipio de Pedro Moncayo, el apoyo de cooperación internacional, instituciones privadas y la comunidad.

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Manrique firmó una carta de intención con Produbanco del Grupo Promerica por aproximadamente $ 400.000 por dos años para la conservación de los páramos, a través de incentivos del Proyecto gubernamental Socio Bosque.

“Los páramos son fundamentales para la producción y regulación hídrica. El suelo de los páramos constituye una verdadera esponja que almacena y filtra el agua. En este ecosistema se produce el agua que consumen muchas ciudades del país, y alimenta a proyectos de riego y energía” a través de los complejos hidroeléctricos, dice Suárez de CI. (I)

El complejo lacustre de Mojanda, ubicado en la cordillera oriental de los Andes, es “Área de Protección Hídrica”. Foto: CORTESÍA DEL MINISTERIO DEL AMBIENTE, AGUA Y TRANSICIÓN ECOLÓGICA