Todos hemos experimentado la sensación de ansiedad en más de una ocasión. La hemos podido identificar porque es una emoción que nos inquieta, nos desenfoca, nos impide continuar con nuestra rutina y nos empuja a buscar una explicación y a decidir sobre nuestra posición frente al problema.

Este es un proceso cognitivo propio de la mente adulta. El niño y muchos preadolescentes, debido a su mentalidad todavía en desarrollo, no poseen una visión clara sobre sus emociones ni saben cómo definirlas. Muchas veces no poseen el vocabulario apropiado para definir cómo se sienten.

Es posible que la ansiedad empiece a manifestarse mediante comportamientos y actitudes desalineados con su normal desenvolvimiento (por ejemplo, cambios en sus hábitos de dormir o de cumplir con rutinas diarias, como su aseo personal o hacer los deberes escolares). El cuadro puede complicarse presentando reacciones psicosomáticas, como dolores de cabeza, de estómago, gastritis, colitis, mareos, fatiga.

Es imperativo que los padres se den cuenta de las primeras señales de cambios en su conducta y monitorearlo de cerca para percatarse de las posibles causas (muchas son pasajeras), ofreciendo apoyo, comprensión y diálogo para sintonizarse con él, descubrir juntos los probables motivos y ayudarle a diseñar un escenario que lo haga sentir seguro para que pueda entender y superar el problema.

No hay que darle resuelto el conflicto, porque la vida le presentará muchos otros y no siempre tendrá a los padres a su lado. Es posible que no se pueda eliminar el problema y tenga que aprender a manejarse frente a este, aplicando estrategias y técnicas psicológicas dirigidas por un profesional.

Muchas de las situaciones que afectan a los niños son producidas por el ambiente en que viven: peleas frecuentes o separación de los padres, cambios de domicilio o de escuela, muerte de alguien significativo, sentir abuso emocional o físico, angustia al separarse de la madre (como al quedarse en la escuela al comienzo del año escolar), y es lo primero que los padres deben tomar en cuenta para despejar el camino hacia la recuperación de la normalidad.

Creando un ambiente de confianza los padres lograrán que el niño exprese sus sentimientos y, al interpretarlos correctamente, lograrán que se sienta seguro de su compañía y de su guía. (O)