Los animales no se preocupan por etiquetarse como izquierdistas ni derechistas. Si tuvieran que ubicarse en un lugar ideológico dentro de la línea imaginaria del pensamiento político que los humanos hemos creado, primero nos recomendarían ir al psicólogo por ver líneas que no existen más allá de nuestras cabezas, y luego si tuvieran que contestarnos –más por pena que por ganas– seguramente se ubicaran en el centro. Eso de irse a extremos que deformen su naturaleza libre no les convencería. Aborrecen las jaulas. El tema del socialismo del Siglo XXI les generaría desconfianza. No creen en redentores y desconfiarían de esos personajes que hablan mucho. Así mismo les produciría arcadas al ver la ínfima lealtad y estima que le convidamos al planeta. Defenderían la necesidad de ser seres educados y saludables, para poder tener la libertad de progresar al ritmo que les plazca. La Constitución de Montecristi les parecería sospechosa por tener tantos artículos. Preferirían una con pocas leyes, básicas y claras, como las de la naturaleza. Pedirían del mundo salud y educación, lo demás que se lo dejen a ellos. Trabajar para comer les resultaría natural, sin que nadie les regale nada, así como tampoco caerían en los vicios de la gula.  No se ven pájaros volando con sobrepeso. Comen lo que necesitan y siguen su vuelo. A los animales les extrañaría saber que tenemos infinidad de religiones. Ellos no se complican la vida buscando teorías sobre la vida, simplemente la viven. Su único Dios es el universo. Los humanos somos los únicos animales que nos atrevemos a definir dioses para cada gusto. Nos esforzamos en defender verdades absolutas sobre nuestro origen y sobre nuestro futuro, en especial cuando intentamos adoctrinar sociedades enteras con ideologías que pretenden aplicar recetas únicas a la medida de todos. Los comunistas nos quieren liberar de la esclavitud del consumismo, y los capitalistas nos quieren liberar de la necedad de los comunistas. Cada uno usa su teoría de libertad para argumentar su discurso salvador.

Así como el hombre podría enseñarle mucho al mundo animal sobre sus progresos en civilización, el mundo animal puede recordarle mucho al hombre sobre las reglas básicas de la existencia. La naturaleza es la madre de las maestras, y nunca hay que ignorar su sabiduría. Pretender que todos pretendamos lo mismo de la vida es iluso. Hay perros que les fascina cazar, hay otros que prefieren dormir. Y cada uno vive su estilo de vida sin obligar al otro a ser como él. Si a un perro cazador lo quieren hacer dormilón tendrán que amarrarlo de los pies hasta que su agonía se semeje a una siesta. Si a un perro dormilón lo obligan a convertirse en cazador nunca podrá volver a tomar una siesta sin cargo de conciencia. La naturaleza los deja libres para que cada uno escoja su camino. Querer forzarnos a todos a un pensamiento único es antinatural. Si hiciéramos eso con los animales, sus bocas alcanzarían a mordernos antes que nosotros alcancemos a callarlas.