El 9 de enero pasado el presidente del Ecuador, Daniel Noboa, declaró el conflicto interno armado en el país, en un día cuando los ataques de grupos terroristas cambiaron la rutina de muchas familias. El temor hizo que el fin de semana anterior se limitaran por voluntad propia las salidas, pero de a poco se han empezado a regularizar las actividades en Quito y Guayaquil.
El sector turístico, particularmente los restaurantes, evidenció una recuperación de clientes el pasado domingo 14 de enero y se han abastecido para la atención de este fin de semana.
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El Ministerio de Educación mantiene hasta el 19 de enero las clases virtuales y las empresas –que se acogieron al teletrabajo tras el ataque armado a TC Televisión, los amotinamientos en cárceles y secuestro de uniformados en diversas ciudades– volvieron a la presencialidad desde el 15 de este mes.
No es que haya tranquilidad o que se superó la crisis, sino que los ecuatorianos ya no están dispuestos a ceder territorio a los grupos criminales. Se requiere trabajar y lograr el sustento familiar honesto.
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Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional son la imagen visible de la lucha contra el terrorismo que el Gobierno emprendió. Los uniformados trabajan para restablecer la paz, pero la tarea no es sencilla ni a corto plazo.
Hay un ejercicio en las calles que irremediablemente debe venir con labores paralelas en las que son primordiales la justicia, la legislación y la reconstrucción del tejido social. Para todas se requiere de voluntad política y social.
El fin de semana que se inicia hoy es visto con optimismo desde el sector comercial y las familias, pero no se pueden olvidar restricciones impuestas por el decreto de excepción (110) y la prudencia que exige la situación.
Disfrutar el fin de semana con responsabilidad es el propósito, mientras las fuerzas del orden mantienen sus labores de seguridad. Es obligación de las autoridades y los ciudadanos seguir unidos para frenar al terrorismo. (O)