En diciembre de 2016, mi consuegro tuvo la gentileza de invitarnos a pasar año nuevo en Sídney (Australia). Es uno de los países más hermosos que he visitado: moderno, económicamente desarrollado, con gente educada y respetuosa de las leyes. El 31 de diciembre pasamos la víspera de año nuevo en un bote frente al puente de Sydney Harbour y disfrutamos del espectáculo de fuegos artificiales que se realiza cada año, compartiendo una velada familiar que jamás olvidaré. Al día siguiente, volvimos para observar la regata de botes a vela que congrega a los mejores veleristas, en yates maxi y mini, con tripulaciones profesionales. Es considerada una de las carreras en altamar más difíciles del mundo.

Coloquialmente, en los negocios usamos la frase “Vamos viento en popa” cuando la planificación estratégica está logrando buenos resultados económicos. Pienso que la estrategia de negocio debe estar muy bien orientada a ganar participación de mercado, conociendo bien sus fortalezas y debilidades, la competencia, su equipo gerencial y a su cliente. La falta de una estrategia bien enfocada para llegar a puerto seguro, como en la metáfora de la carrera de Sídney a Tasmania, equivale a arriesgarse sin preparación ante cambios de viento, tormentas, olas gigantes, falta de visibilidad y la competencia, sin contar con instrumentos para mitigar estos riesgos y poder competir.

¿Qué puede hacer, entonces, un buen capitán de barco o un gerente general? Revisar si su estrategia está acorde con la realidad de la empresa y la industria, tener una visión para llevar el bote a puerto seguro, contar con un equipo gerencial que trabaje junto a él cuando haya buen o mal clima, y asegurarse de que todos los empleados conozcan a su cliente, sus necesidades y la estrategia para ofrecer el mejor servicio del mercado. Si fallamos en la coordinación de la estrategia sin trabajo en equipo, cuando viene el viento fuerte de proa, el bote puede quedarse quieto con la vela floja y sin avanzar, mientras otros botes navegan en zigzag, con la vela virada a un ángulo de sustentación de hasta 45 grados, para avanzar contra el viento y así llegar primeros a Tasmania.

Un lector querido me ha pedido que continúe hablando de mi adorado Ecuador. En la analogía del bote a vela, siento que seguimos sin saber qué país queremos tener en 3, 5 o 10 años. Estamos parados con viento en contra y, a pesar de que baja el riesgo país, no hay inversión pública ni privada que genere más empleo digno porque el inversionista tiene opciones en otros países. La solución no puede seguir siendo más y más impuestos. Hay que enfocarse en reducir el gasto público, los subsidios, resolver el problema del IESS, el de la Justicia, la inseguridad y la falta de oferta de energía.

Se debe reinventar Petroecuador y, con inversión extranjera en nueva exploración de petróleo, incrementar la producción. Los excedentes de ese negocio, por decreto, pueden financiar el aporte al IESS y proyectos de infraestructura. Los subsidios se eliminarían con la producción de gas natural del golfo de Guayaquil.

Es cuestión de estrategia y voluntad para ir viento en popa. ¿No les parece? (O)