Marlon Vargas, presidente de la Conaie, se dirigió en la noche del 3 de octubre a las bases que están movilizadas: “Se nos va a acabar la paciencia, señor presidente (...) ¡cuidado, cuidado! El Gobierno tiene que saber qué pasó con Abdalá Bucaram, qué pasó con Jamil Mahuad, qué pasó con Lucio Gutiérrez y qué pasó en los paros de 2019 y 2022”. Y luego añadió: “Si hay que ir a radicalizar, ¡vamos a radicalizar el paro nacional! Y si tenemos que tomarnos la ciudad de Quito, ¡vamos a tomarnos!”. Y así lo intentó.
Según el INEC, la población de Ecuador era, al 2022, de 17’746.258 habitantes, con proyecciones de 18’040.886 para el 2025, siendo 1’301.887 los autoidentificados como indígenas, es decir, el 7,7 %.
Después de haber leído, con profunda indignación, tamaño despropósito, nos preguntamos cuántos de ese 7,7 % quieren cometer los delitos de hundir a la capital en el caos, en el incendio, la violencia, el saqueo y el terrorismo, tal como lo hicieron –y él mismo lo recuerda– en el 2019 y en el 2022, que dejaron pérdidas por más de $ 2.000’000.000, así como la quema y sustracción de importantes documentos de la Contraloría, sobre lo cual se puso tierra, porque no sabemos los resultados de la investigación.
Como aquellos actos vandálicos –de los cuales nunca se recuperó nada– quedaron en absoluta impunidad gracias a la injusta amnistía otorgada por la Asamblea Nacional, se intentó, el domingo pasado repetir la “hazaña”, porque “tomarse Quito” es muy fácil debido a que no habrá sanción alguna.
Recordamos al señor Vargas y a los pocos que lo siguen –porque la gran mayoría de los indígenas no está de acuerdo con el vandalismo y sufren la presión de sus dirigentes, que los obligan a dejar de trabajar y a caminar día y noche, sufriendo las inclemencias del clima–, que existe una legislación penal que les deberá ser aplicada por todos los delitos cometidos, sin excepción. Obviamente, es muy fácil lavarse las manos diciendo que los infiltrados son los que causan los hechos violentos y vandálicos; pero, en esta ocasión, quien profirió las amenazas no fue ningún infiltrado, fue el propio Vargas.
¡Cuántos millones de dólares se han perdido en los días del autodenominado “paro”, para el comercio, la industria, el turismo, los ciudadanos, y el mismo Estado que ha debido movilizar a los miembros de la fuerza pública! ¡Cuánta molestia ocasionada por el cierre de las vías que impide que la población se movilice y labore de manera normal! ¡Cuántos heridos y una persona muerta! Hasta hoy, se estiman pérdidas de $ 70’000.000. ¿Los pagará usted, señor Vargas?
La vida en democracia se construye con propuestas válidas, ganando las elecciones y con diálogo. Los planteamientos del señor Vargas –y está seguramente consciente de ello– son unos irrealizables, y otros, será el pueblo quien lo decida. ¿A quiénes favorece el subsidio al diésel? Todos lo sabemos. ¿Que hay afectaciones que deben ser compensadas? Por supuesto, y el Gobierno lo está haciendo. ¿Que hay carencias básicas? Así es. ¿Que se van a resolver en días? Sabemos que no, porque son seculares.
Si esto es así, ¿la solución es “tomarse Quito”? No, señor Vargas, no es su finca. (O)