Jorge Mario Bergoglio cumplió diez años como papa el pasado 13 de marzo. Con ese motivo dio varias entrevistas a unos cuantos medios: quizá haya visto alguna. Tienen mucho en común, ya que debido a la endogamia del periodismo caemos en los mismos temas, y para colmo con el papa están bastante cantados. Vale la pena repasar algunos.

Para los que lo tachan de socialista mal dormido o comunista trasnochado, Francisco reivindica la economía social de mercado y la opone al capitalismo a ultranza y al comunismo despersonalizante. Además de la expresión economía social de mercado, el papa ocupa también capitalismo de mercado, pero sobre todo capitalismo social, que es una gran expresión. Dice que el mercado no es el único árbitro de la economía y la propiedad tiene una función social. El dinero, los bienes y los servicios no están a disposición absoluta de sus dueños, sino que los tienen y administran para el servicio de toda la sociedad; no son solo para los ricos y el derrame para los pobres, sino para que los ricos se preocupen de los pobres. Además lo certifica la comprobación empírica de la entrada y la salida de este mundo: venimos sin nada y cuando nos vamos dejamos todo lo que acumulamos.

Respecto del divorcio, que las leyes de la Iglesia no admiten porque el matrimonio es para toda la vida, Francisco repite algo que dijo tres veces Benedicto XVI: gran parte de los matrimonios que se celebran en la Iglesia son inválidos por falta de fe. Y como no se puede disolver una cosa que no existe, bastaría con probar que no existió. En este caso, el papa recomienda acudir al obispo a quienes pretenden otra oportunidad: es el obispo quien tiene la jurisdicción y la competencia para sentenciar si antes hubo o no matrimonio. La nulidad de cualquier acto jurídico es un principio básico del derecho, lo novedoso es que dos papas afirmen que la mayoría de los matrimonios por la Iglesia son nulos.

(...) reivindica la economía social de mercado y la opone al capitalismo a ultranza y al comunismo despersonalizante.

En cuanto a las resistencias a sus reformas, el papa dio una gran lección de política contemporánea: sospecharía de decisiones en las cuales no hay ninguna resistencia. Agrego que así funciona el progreso y así son fecundas las democracias.

La homosexualidad no es pecado en sí misma y Francisco insiste en que no debe ser nunca un delito, como hoy lo es en unos 30 países, un tercio de ellos con pena capital. Lo que está mal –y es pecado pero no delito– es el uso del sexo para cualquier fin que no sea la procreación y la asistencia mutua de los esposos: eso lo sabemos hace siglos y mucho más desde la encíclica Humanæ Vitæ de Pablo VI. Pero la respuesta de Francisco va muchísimo más allá: la salvación es para todos, sin exclusión de ningún tipo. Eso es central en el mensaje de Jesucristo y es la misión esencial de la Iglesia. Todos significa TODOS, también justos y pecadores, ucranianos y rusos, fachos y zurdos, pro life y pro choice, ricos y pobres, cristianos y paganos, homosexuales y heterosexuales, casados y divorciados... Jesús llama a todos y cada uno resuelve su relación con Dios como puede o como quiere. A veces uno quiere y no puede, pero el Señor espera siempre, explica el papa. (O)