Tenemos el compromiso de enfrentar con valentía la decisión de haber entregado ese voto, que hoy más que nunca es una inyección de oxígeno a un país asfixiado.
Armémonos y hagamos una revolución contra nosotros y nuestra terrorífica ecpatía (antónimo de la empatía)...
Hoy aplaudo de pie que el Gobierno haya por lo menos estabilizado el barco, decisiones que no gustan, pero que son necesarias ante una gobernabilidad nula.
¡Quieto ahí, imbécil! Grita un niño que en vez de estar con un libro, un juguete y un helado, está con una pistola.
Critiquemos duramente al que se atreve a decir que la justicia no funciona cuando es el primero en romper la ley.
No le pido que ignore los problemas, le pido que ahora que lea esto y piense que la alegría y la esperanza son las mejores armas de luz contra el mundo oscuro.
Una de las cosas que más llamaron mi atención fue ese sentimiento de omnisciencia y omnipresencia de la gran mayoría de candidatos.
No crea usted, querido lector, que su voto solo sirve para obtener un papelito para los trámites civiles, en nuestras manos está elegir nuestro futuro.
Los eruditos del lenguaje definen a la esperanza como un estado de ánimo que surge cuando se presenta alcanzable lo que se desea.
Si seguimos conformes con el ‘mientras no me pase a mí’ o ‘el vago es vago porque quiere’, simplemente seguiremos siendo cómplices de un silencio que nos mata.
Debemos mejorar el tejido social desde nuestro actuar, y no solo tratar de cambiar el mundo con la furia de nuestros dedos.
... así son los libros, un fantástico recorrido por donde la mente humana reside, fantasea, viaja y aprende.
No hace mucho, perdí a un gran sabio y viejo amigo, alguien que yo le decía hermano, pero era un oráculo para muchos, al que mis hijos le decían tío Pancho.
¿Qué pasa con los que realmente batallan por el país?
En algún punto de nuestra vida dejamos de ser como un niño al que le asusta la violencia y empezamos a especular.
Señor presidente constitucional, ¿sabe usted cuáles son nuestros lamentos?
Aquellos que gozamos del mucho o poco ejercicio de libertad de expresión tenemos un potente derecho en nuestras manos.
Ya no importa la izquierda o la derecha; debe importar el ser humano, adoptar las ideas buenas del uno o del otro...
Estamos utilizando para la guerra las tecnologías que deberían servir para mejorar la vida de los que habitamos este planeta.
Elaboremos nuestras propias ideas de lo que es bueno, malo, lo que creemos y detestamos; nuestra propia verdad...
Si no cambiamos nosotros, sencillamente nos estacionamos como agua en un estanque a esperar pudrirnos.
Debemos apagar las luces que enfocan los reflectores de cualquiera de las posiciones y sus discursos, respirar profundo y meditar en las únicas que importan.
Zaruma, la ciudad que romantizó la minería, la ciudad donde sus autoridades prefirieron mirar hacia otro lado...
En el lugar adonde lleguemos al final de este camino, seremos tan iguales como aquel que hoy lo sacaron a patadas de la iglesia.
Michel Foucault decía: “que los anormales sean excluidos, no significa que no sean importantes”.
Hemos dejado podrir nuestros mejores deseos, para que la violencia y el odio liquiden lo que queda de una sociedad buena.
Nos hemos dormido en la comodidad de negar con la cabeza y esperar pacientemente una nueva contienda electoral...
... la vida no es de tonos grises, es multicolor, y la tonalidad se la dan las historias que leemos y lo que aprendemos de ellas.