Existe un libro, El lector de Julio Verne, de Almudena Grandes, y una de las partes que me ha dado la vuelta en mi cabeza esta semana dice algo así: “… verdad es toda la verdad, y no solo una parte. La verdad es lo que nos gusta que haya sucedido y, además, lo que ha sucedido aunque nos guste tan poco que daríamos cualquier cosa por haberlo podido evitar”. Y realmente existe una verdad que nos resistimos a aceptar, somos una sociedad que prejuzga y juzga, nos rasgamos las vestiduras al más mínimo indicio de estar seguros de haber engullido una verdad, aunque la fuente de esta verdad sea lo que alguna otra persona dice que es verdad. Nos dejamos llevar de la mano de una afirmación, por cuantas veces ha sido compartida y empezamos a defender posiciones con vehemencia, porque otro que ha citado aquella verdad dice que es correcta y nos dejamos guiar en un efecto rebaño por lo que dice que está bien.

Mi querido lector, quisiera poder precisar con exactitud a cuál evento en específico me refiero, pero en cuestión de una semana, desarrollamos tantas tendencias de opinión que llega un punto en que no sé ni qué tema abordar. Por tanto, quisiera con usted ser impopular.

He visto con euforia un festejo por la salida de tres jueces de la Corte Constitucional a los que han denominado “progres” (como si eso fuera una ofensa), porque no vamos otra vez a ver fallos fatídicos como el matrimonio igualitario, la legalización del aborto, el reconocimiento de los animales como sujetos de derechos, entre otros temas, sin siquiera saber que tristemente hemos perdido a un gran académico que llegó a explicar los derechos y sus garantías, haciendo analogías con El principito; o que el otro juez es el único ecuatoriano en haber llegado a la presidencia de la CoIDH; o que el otro fue uno de los cinco fundadores del área de derecho de una de las mejores universidades de América; es decir, hemos perdido tres jueces de lujo y sus sucesores tienen un tremendo vacío por llenar, a los que los vemos con desconfianza después de haber sido electos en un proceso bastante inestable.

He visto con asombro (bueno, ni tanto asombro) el paupérrimo debate en la Asamblea, con líneas argumentativas totalmente vacías, sobre un tema tan controversial como el aborto en caso de violación; vimos a asambleístas que repetían como loras lo que prontamente leyeron en Twitter; y, ojo, amigo lector, que en esta línea no argumento mi posición, solo denoto la falta de preparación para abordar un tema que, como lo he dicho antes, es una guerra de absolutos, pero en vez de ver un debate de altura con argumentos de cualquiera de las partes, solo vimos chillar a unos cuantos asambleístas, con erradas afirmaciones investigadas a medias tintas, con unas cuantas excepciones.

Por eso debemos ser valientes, justos, honestos, con nosotros mismos y los que nos rodean; exigirnos a salir de nuestra comodidad, para no andar eligiendo a los que mejor nos caigan, no andar sosteniendo verdades sin fundamentos como verdad absoluta, y crearnos nuestras propias ideas de lo que es bueno, malo, lo que creemos y detestamos, fabricar nuestra propia verdad, aunque sea impopular. (O)