Allá por la época en la que el actual presidente hacía campaña, los ecuatorianos sufríamos a diario a consecuencia de los apagones programados de luz, a veces de dos, tres y hasta cinco horas.

Tal vez por conocer de primera mano, como empresario, lo importante que es la energía eléctrica y cómo afectan sus costos al sector productivo, una de las promesas de campaña de Noboa más repetidas fue trabajar en la tan ansiada eficiencia eléctrica.

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Obviamente lo que le esperaba al joven presidente era todo un desafío. Ni bien se sentó en su despacho, le tocó encarar una serie de situaciones -todas urgentes y terribles- con las cuales ha debido lidiar de inmediato.

Lo cierto es que hoy los empresarios, los centros comerciales, las amas de casa, el sector turístico y los ecuatorianos en general, seguimos sufriendo, día a día, las consecuencias de una pésima administración de la energía eléctrica.

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No solo pagamos unos costos elevadísimos por la energía, sino que recibimos un servicio deficiente.

Si el lector considera que exagero en cuanto a costos, lo invito a hacer una revisión de su planilla eléctrica, tal vez encuentre algunos rubros que no entienda de dónde salen.

En lo relativo al servicio, no nos va mejor. Las variaciones de voltaje atentan constantemente contra los electrodomésticos obligándonos a comprar protectores y otros artefactos dizque más baratos, para proteger a los más costosos.

El país requiere la urgente intervención del Gobierno en este tema y estamos seguros de que estará entre sus prioridades.

Merecen un capítulo aparte los famosos mantenimientos programados. Uno debería suponer que en toda institución existe un cronograma de mantenimiento anual, no hablamos de accidentes ni emergencias, pero el cronograma que nos afecta a todos, debería ser público, para así poder planificarnos también. Es lamentable que el ciudadano se deba enterar de ellos dos días antes, y luego soportar verdaderos cortes disfrazados de mantenimientos que duran hasta 10 horas.

Todo este recuento mínimo es una muestra de situaciones cotidianas, por la falta de transparencia en la administración y en el manejo del recurso. Es decir, para solucionar estos “detalles” tenemos que remitirnos al origen del problema.

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Tremendo lío si recordamos que desde hace varios gobiernos las famosas eléctricas han sido consideradas un botín político a repartir. Entonces, debemos reconocer que estas empresas claves para el desarrollo del país, salvo honrosísimas excepciones, han venido siendo administradas por personas sin experiencia en el manejo de sectores estratégicos, sino más bien por amigos sumisos a los círculos del poder de turno, que saben cómo se “reparte el pastel”, pero no cómo se enciende la luz.

Sabemos que el Gobierno enfrenta actualmente una serie de situaciones gravísimas, que incluso nos tienen sumidos en una declaratoria de conflicto, con todas las consecuencias que ello implica. Sin embargo, confiamos en que el presidente cumplirá con sus proyectos insignias de campaña, entre ellos, asegurar energía eléctrica de calidad al país, quizás el más importante para generar prosperidad y trabajo.

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El país requiere la urgente intervención del Gobierno en este tema y estamos seguros de que estará entre sus prioridades. (O)