Desde los albores de los tiempos, el mundo se debate entre el realismo y el utopismo. Hoy, más que nunca, esa dualidad está vigente, pues el sistema de comunicación global permite confrontar escuelas de pensamiento e ideologías de toda índole; las campañas políticas parecerían estar formuladas por mercaderes que venden utopías y no se atreven a presentar las crudas realidades para el discernimiento de los ciudadanos. Mediante la publicidad y el uso de los medios se intenta captar el poder político por el poder, sin pensar en el bien común. Vale la pena preguntarse si en nuestros países hay una verdadera comprensión de lo que es el bien común.

Democracia en crisis

La democracia atraviesa una crisis existencial, pero lo mismo pasa con el autoritarismo y el populismo. La gobernanza del mundo está en transición y hay insatisfacción global. Los retos para la humanidad son monumentales y se desconfía de que las capacidades de los sistemas, que han generado las sociedades nacionales y mundiales, sean capaces de guiar con experiencia e inteligencia a los pueblos hacia derroteros de bienestar y realización.

Bien vale regresar a la historia para recabar experiencias que nos hacen reflexionar sobre los momentos actuales. Acabo de regresar de una zona del mundo atormentada por las guerras desde los albores de la civilización. Su ubicación geográfica hace que esos pueblos y naciones estén en perpetua confrontación por la diferencia de sus valores, cultura, creencias religiosas y visión de sus destinos.

La gran vacante

Visité monasterios ortodoxos cristianos que han sido el bastión de esas nacionalidades, custodios de sus valores y tradiciones que pudieron erguirse en estandartes contra las invasiones desde los mongoles, turcos, persas y por último, el dominio de la dictadura comunista de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Son países que hoy buscan su libertad y un mejor destino a base de libertades y derechos, en vez de imposiciones por la fuerza y la opresión. Buscan una democracia de acuerdos y no de luchas fratricidas.

Es una pena que en los debates del mundo se note la ausencia de temas centrales que afectan y tendrán una enorme gravitación sobre nuestras vidas. Impera más bien el interés inmediato y no la visión de estadistas de largo alcance.

Cultura y democracia

Las utopías prevalecen porque son emociones fácilmente manipulables, mientras el realismo es el análisis de la dura realidad. Claro que para los ingenuos es preferible ser utópico, ya que presume que otros solucionarán esa compleja problemática que prefieren no mirar de frente. Esa ausencia de la verdad hace que el debate se centre en un nivel aspiracional y no en un esfuerzo de concertación para superar nuestros desafíos como pueblo, como nación y como planeta.

Si los hombres y mujeres buscan un mejor mañana para ellos y sus descendientes, tendrán que aprender a dialogar, consensuar y buscar acuerdos mutuos. Basta ya de actitudes pendencieras pueriles en donde la confrontación por la confrontación impera como en pelea de gallos. Es hora de los acuerdos y del liderazgo inteligente. (O)