La economía –en consecuencia, el empleo y la vida diaria de su gente–, se mueve con base en los bienes y servicios que tenemos (naturales) o los que desarrollamos. De los primeros tenemos varios; es el caso del petróleo y la minería, que simplemente “están ahí” y hay que explotarlos con tecnología, o de los agropecuarios y afines, en los cuales la naturaleza pone su importante grano de arena adicional al esfuerzo propio (camarón, flores, banano y tantos más). Hay que aprovecharlos todos. De ahí la duda de si queremos o no potenciar la minería, que, a pesar de muchas trabas, alcanza los casi 4.000 millones de dólares en exportaciones, lo cual la sitúa detrás del petróleo y camarones, y alrededor del banano y cacao, pero con un potencial para situarse en el primer lugar, por encima de los 10.000 millones en ventas, con inversiones y empleos de alto impacto… ¿Qué debemos hacer?
Primero, parar la minería ilegal. No es posible que la dejemos desarrollarse mientras frenamos la legal. Es un nido de mafias, de inhumanidad y de efectos sobre el medioambiente desastrosos. La única manera es la fuerza de la ley y la fuerza militar.
Segundo, frenar la violencia y la inseguridad. Hay minas que han sido amenazadas y “vacunadas”, y en definitiva “ocupadas” por las mafias que encuentran ahí un enorme atractivo que debe ser destruido.
Tercero, ponernos de acuerdo sobre el cómo y dónde. Hay que determinar con claridad qué sitios tienen un mayor impacto natural (sobre el agua, por ejemplo) o humano, y en esos casos no emprender. En el resto sí, obviamente con tecnologías de alto nivel que minimicen el impacto. ¿Que lo eviten? Imposible, toda actividad impacta. Y en realidad la pobreza es uno de los mayores factores de efecto negativo sobre el medio natural. Decir no a cualquier minería es insensato. Hay muchísimas opciones en las que el sí debe manifestarse.
Cuarto, agilitar tramitología. Siendo ignorante en el tema, me es difícil entender cómo, por ejemplo, el catastro minero ha sido varias veces anunciado y pospuesto, y finalmente la última vez que se lo anunció seriamente fue con plazos sorprendentes: “Arrancamos ahora, pero para los proyectos grandes recién será dentro de un año”. De la misma manera, los estudios ambientales y afines sin duda deben hacerse y de manera seria, pero no requieren tanto tiempo; eso solo es producto de la mala voluntad o, más bien dicho, de la clara voluntad de frenarlos.
Quinto, no tomar decisiones absurdas, como la tasa minera inventada por el Gobierno hace algunos meses. ¿Para apoyar la minería con esos fondos? No, para aportar a las arcas fiscales. Esa tasa desalienta a las empresas, y cada una que se retire significa una baja en el potencial de recaudación. Y esto viene adicional a la participación del Estado en las rentas, que es una de las más elevadas del mundo, y adicional a temas como las regalías anticipadas. Absurdo por donde se lo vea.
Sexto, cerrar el Enami, el Petroecuador de la minería, al que se le quiere dar cada vez más potestades. Parar a tiempo a todos los interesados que giran alrededor. Nos arrepentiremos cuando sea muy tarde.
¿Minería? Sí, claro que sí, con responsabilidad, con acuerdos, con sensatez de todas las partes. (O)