Su nombre estaba en boca de todos: en portadas de revistas en Berlín, Viena y París. María Orska llenaba teatros y cines en Alemania y Austria, Praga y Budapest. Su autógrafo en postales donde aparecía actuando o luciendo la última moda hacía soñar a las muchachas. Su rol más exitoso: diva, mujer de un eros tan poderoso que convertía la vida de los hombres en tragedia (obras obviamente escritas por hombres). Fue la Salomé de Oscar Wilde, la Lulú de Wedekind, las manipuladoras de Strindberg. Su carrera teatral (1910-1929) abarcó comedias y dramas sensacionales. Trajo Pirandello a Berlín. Incomodó a los críticos con su emocionalidad exótica que pisoteaba las reglas del teatro alemán. Una marca de cigarrillos llevó su nombre. Protagonizó una decena de películas del cine mudo alemán. Las numerosas entrevistas que concedió a la prensa revelan una artista sensible e inteligente, abrumada por la soledad de la fama.