En la madrugada del 1 de marzo de 2008, tropas colombianas realizaron la Operación Fénix, un feroz ataque a Angostura, territorio ecuatoriano, a 2 km de la frontera. En Angostura estaba un bien organizado campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

La inteligencia colombiana había descubierto que en ese campamento habían organizado su puesto de mando el segundo a bordo de las FARC, Édgar Devia (a) Raúl Reyes, y un grupo importante de subversivos; se conoce que Reyes se desplazaba con entera libertad a territorio colombiano y recibía permanentes “visitas” de sus simpatizantes de Chile, Colombia, Ecuador y especialmente de México.

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Raúl Reyes era miembro del Secretariado, portavoz y asesor del Bloque del Sur de las FARC. Contra él había varias condenas y 25 órdenes de captura por terrorismo, homicidio agravado, narcotráfico, secuestro, rebelión. En el bombardeo murieron Raúl Reyes y una veintena de subversivos.

La respuesta de Rafael Correa fue de condena al ataque y rompió relaciones diplomáticas con Colombia, algo que no había ocurrido con Perú en la guerra del Cenepa. Esta decisión de Correa privó al Ecuador de obtener valiosa información de la inteligencia colombiana en las reuniones de la Comisión Binacional Fronteriza, que se hacían periódicamente entre los dos países. Desarticuló la inteligencia militar y policial. Aprovechándose de la Asamblea, que controlaba la mayoría gobiernista, eliminó la Ley de Seguridad Nacional que estaba vigente desde 1979 y aprobó la Ley de Seguridad Pública y del Estado, un bodrio, una mala copia de la ley anterior.

El panorama es clarísimo; las advertencias, oportunas: la suerte del país está en manos de todos los ecuatorianos.

La Dirección Nacional de Inteligencia fue sustituida por la tristemente célebre Secretaría Nacional de Inteligencia (Senain), una Stasi criolla que servía para vigilar, amedrentar y perseguir a quienes consideraba sus adversarios políticos y que no comulgaban con sus trapacerías y corruptelas.

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Si bien es cierto el entonces presidente colombiano Álvaro Uribe ofreció disculpas al pueblo ecuatoriano por el bombardeo a nuestro territorio y en sus memorias declara que se vio obligado a no informarle a Rafael Correa sobre la Operación Fénix porque temía que Correa, con seguridad, les iba alertar a los subversivos.

En días pasados fue entrevistado en un medio de comunicación de nuestro país Francisco Santos, exvicepresidente de Colombia, aseguró que “el expresidente ecuatoriano Rafael Correa sabía de la presencia de la guerrilla en el territorio”; además, corroboró lo señalado por expresidente Uribe: “Correa sabía que las FARC estaban allá, y si nosotros le decíamos a Correa que íbamos a bombardear, pues, Correa les avisaba”.

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A manera de advertencia, el exvicepresidente señaló: “La situación de Ecuador se puede agravar como consecuencia de las medidas tomadas por el presidente Petro. Es claro que habrá mayor laxismo, más cosechas de hoja de coca y mayor cantidad de droga que buscará llegar a los puertos de Ecuador y si no hay respuestas ya, el narcotráfico causará en Ecuador un verdadero terremoto”.

El panorama es clarísimo; las advertencias, oportunas: la suerte del país está en manos de todos los ecuatorianos. (O)