Frecuentemente nos enteramos de avances en biotecnología, por tanto, conviene entender claramente su concepto, siendo apropiado recurrir al que consta en el Convenio de Diversidad Biológica de 1992, que la define como “toda aplicación tecnológica donde se utilicen sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados, para la creación y modificación de productos y sus procesos para usos benéficos”; en el sector agrícola ubican a las plantas transgénicas y otras editadas genéticamente sin transferencia de genes ajenos a la especie a mejorar, antioxidantes, técnicas de cultivo, levaduras, bacterias, biorreactores o generadores de ambientes biológicamente vivos, pesticidas, etc.

El país poco o nada ha realizado respecto de ella, solo chispazos en medicina, en la industria del camarón y otras formas cultivadas bajo cautiverio. En lo agrario, solo trasciende la multiplicación de tejidos vegetales en laboratorios universitarios, con escasa proyección, uso de microorganismos en el suelo o como insecticidas, pero en lo de fondo, en lo que daría respuestas a muchos inconvenientes que aquejan al agro, no se han conseguido nuevos tipos de plantas que resistan a enfermedades y plagas o que tengan suficiente fortaleza para soportar los altos niveles de calor con que tendrán que subsistir. Si algo se ha realizado permanece oculto en los predios de los centros de enseñanza sin la difusión que merecen. La legislación ecuatoriana prohíbe el uso de semillas modificadas genéticamente, pero no para efectos de investigación; pensamos que una vez demostrada su eficacia y, sobre todo, su inocuidad, la veda se levantará.

Ecuador necesita ser informado sobre el progreso del plan anunciado por Iniap y la Espol, que movilizó a California a una granada delegación de técnicos y autoridades superiores presididas por el exministro de Agricultura Pedro Álava y la rectora Cecilia Paredes, recibiendo alta capacitación bajo la batuta de la doctora Jennifer Doudna, distinguida con el Nobel de Química 2020 por sus trabajos en técnicas de edición génica para el mejoramiento de cultivos con énfasis en musáceas comestibles. ¿Qué aconteció con lo presupuestado?

Hay que desterrar la vieja práctica de no continuar con lo bueno que hicieron los antecesores, si es que se ha abandonado la búsqueda de variedades de banano y plátano resistente a Fusarium R4T y sigatoka negra, que se deriven de la exitosa Cavendish manteniendo sus virtudes u otorgarle inmunidad al inmortal Gros Michel frente a Fusarium raza 1 con mayor productividad, existiendo un laboratorio natural de ese banano llamado de seda por su dulzor y textura, aún incólume en algunas localidades del país.

El Estado debe aceptar que jamás dejaremos de ser agrarios, urge invertir en investigación con fórmulas de avanzada tecnología para garantizar la supervivencia poblacional y alcanzar el cambio democrático que todas las corrientes de pensamiento y la doctrina social de la Iglesia proclaman. Es indispensable que se asigne un mínimo del 1,5 % del PIB agrario manejado por instituciones con plena autonomía, con directorios en que participen agricultores y liberadas de apetitos politiqueros. (O)