En las antípodas se ubican las tesis sobre el aborto del movimiento Provida y la de los Derechos de la Mujer. La Asamblea se pronunció salomónicamente, sin dar gusto a ninguno de los dos.

El trasfondo es que fenece la era en que la legislación de Occidente se basa en la enseñanza cristiana. El cristianismo deja de inspirar la moral de la civilización occidental. Es lo que la filósofa francesa Chantal Delsol, que se autodefine como católica tradicionalista, llama el fin de la cristiandad.

¿Y que lo reemplaza? Primero entendamos lo que significa el cristianismo.

Moisés el egipcio bajó del Monte Sinaí con las tablas de la ley que se las dio el Dios único, Creador, que distingue a los humanos entre todas sus creaturas haciéndolos a su imagen y semejanza, reyes de la naturaleza, y dotándolos de un alma inmortal en la concepción; nos advierte que este mundo es la antesala de la vida eterna, cuya calidad depende de nuestro acatamiento de los diez mandamientos. Con eso, quienes administran la religión arrebatan a los gobernantes el control de la moral. Moisés desató la revolución política de mayor trascendencia de la historia, asevera el egiptólogo Jan Assmann.

Los otros pueblos tenían varios dioses que no eran ni ejemplares ni dictaban moral. Zeus se transforma en cisne para violar a Leda. Las personas eran vagamente agnósticas sobre lo que pasa después de la muerte. Estos dioses interactuaban con la naturaleza y eran similares entre sí. Grecia con Zeus y Deméter, Egipto con Ra e Isis, los quechuas con Inti y Pachamama. Los diplomáticos armaban tablas de equivalencias de deidades; si los egipcios y babilonios firmaban un tratado, debían invocar a Ra y Marduk. Jehová prohibió a los judíos que reconozcan la existencia de otros dioses.

El cristianismo acoge estas enseñanzas del judaísmo y añadió otra: que es una religión universal (católica quiere decir universal) y no tan solo del pueblo elegido. Desde el año 394 en que Teodosio I derrotó a sus rivales al trono en la batalla del río Frígido (hoy límite entre Italia y Eslovenia), la moral cristiana fue ley del Imperio romano.

Esa civilización comienza a erosionarse en 1945, con la posguerra. La fe cristiana se debilita y está siendo reemplazada por un humanitarismo “que se centra enteramente en el bienestar del individuo” (Delsol). Y ahí vemos el irreconciliable choque de posiciones en el caso del aborto. El verdadero cristiano no puede aceptar el asesinato de un ser dotado de alma inmortal. El humanista rechaza que la mujer sea ante todo una fábrica de hijos, sin pleno control de su propio cuerpo y destino.

Al perderse la fe en un mundo eterno, lo que queda es el terrenal. Como el grueso de las personas tienen la necesidad de una religión, la arman en torno a la tierra, retornando al animismo precristiano. “Para el ecologismo de hoy –según Delsol– no hay separación entre el hombre y los otros seres vivientes, ni entre el hombre y la naturaleza, en la que habita sin dominar”. Esta religión ecológica tiene entre sus adeptos a la mayoría de la Corte Constitucional (caso “mona Estrellita”), por ello su oposición a ultranza a la explotación de recursos naturales.

¿El futuro? Las tendencias cambian, pero “hoy educar a los hijos en la fe es preparar soldados para Waterloo” es la sentencia pesimista de Delsol. (O)