En Ecuador predomina un consenso socialdemócrata según el cual el Estado debe intervenir para promover determinadas industrias, proteger a otras de la competencia, fijar precios oficiales, redistribuir los ingresos mediante un sistema tributario progresivo, rescatar instituciones financieras socializando las pérdidas de privados y un largo etcétera. Este trasplante europeo a nuestra realidad aquí ha causado más daño porque no tenemos instituciones sólidas y fácilmente deriva en autoritarismo, corrupción y despilfarro. Muchos tienen fe de que si ellos estuvieran al mando, la cosa andaría bien. Desconfían de las personas comunes y corrientes y confían en los políticos, si los políticos son ellos, claro está.

La socialdemocracia en la arena política –la democracia cristiana– ha jugado un triste papel en países como Colombia, Chile, Ecuador y Venezuela, moviendo el debate y la cancha política cada vez más hacia la izquierda, a tal punto de que las alternativas políticas viables terminan siendo o una izquierda radical o una socialdemocracia. Esto no ha promovido ni la democracia ni la estabilidad ni la prosperidad. Por esta razón, creemos que es importante que ese consenso sea contrarrestado por un consenso liberal.

Algo en lo que estamos de acuerdo los liberales –y hay muchas cosas en las que no– es limitar el poder de quienes nos gobiernan para permitir la mayor libertad posible a los individuos. Esto es, desconfiamos de los políticos. Confiamos en el individuo de a pie y su potencial de crear riqueza y resolver problemas cuando actúa en libertad. Creemos que un dólar en el bolsillo de la gente rinde más bienestar para la sociedad que en las arcas fiscales. Esto último no es ser egoístas como dicen los estatistas, sino hacer posible la productividad y la solidaridad, que es por definición un acto voluntario.

Durante la pandemia en 2020 el Instituto Ecuatoriano de Economía Política, que esta semana celebra su aniversario n.º 30, convocó a personas de distintas ocupaciones para que conformen una lista de ideas que servirían como una agenda liberal de reformas. En este grupo se encontraban Dora de Ampuero y Franklin López Buenaño, considerados entre liberales locales “los padres” de la dolarización, seguramente la reforma más importante que se ha implementado en Ecuador durante la última mitad de siglo. De su éxito con la promoción de la dolarización aprendimos que vale la pena promover una idea con convicción y persistencia, por muy disparatada e impopular que sea, si esta conviene al país.

Las cinco propuestas del Foro Libertad y Prosperidad son las siguientes: (1) que los trabajadores sean dueños de sus ahorros, eligiendo quién los administra; (2) internacionalizar el sistema financiero para aumentar la oferta de crédito y bajar las tasas de interés; (3) apertura comercial para beneficiarnos de la división internacional del trabajo; (4) reducir el tamaño del Estado y bajar la presión tributaria; (5) flexibilizar el mercado laboral.

El denominador común de las cinco propuestas es darles mayor libertad económica a los ecuatorianos, facilitándoles el desarrollo de sus proyectos de vida y conduciendo al país hacia una mayor prosperidad. La evidencia demuestra que las economías más libres son las más prósperas. (O)