La literatura crea, y como decía Gabo: la vida es lo que recordamos y cómo la recordamos para contarla.
Veo el monte bordado en la luz celeste del amanecer quiteño. Veo el monte encenderse con los rojizos de la tarde.
Vuelvo... también con el firme propósito de gritar, aunque sea bajito, que no es justo dejar esta Quito a los niños como mi nieto...
El centro histórico tenía un encanto propio. El encanto de la nostalgia, de la identidad, de la teja y la piedra, de la historia...
Es Daniel Divinsky, el fundador de Ediciones de La Flor, el editor de Mafalda, el amigo, el lindo tipo.
(...) son claras señales de que el Atahualpa ya no debe estar ahí. Tiene que irse al final de algún pavimento.
No puedo escribir todo sobre mi madre, tal vez algo, tal vez poco, pero no mucho. Quiero describirla y no hay palabras.
El sol se esconde debajo de mi caparazón calloso, duro, galápago. Ya ni el café puede con la desolación.
La próxima vez que la vea ya no llegaré sin una respuesta, porque ahora sé que su tono, para mí, siempre será el chamamé.
Somos los ecuatorianos quienes debemos estar alertas ante las componendas, cuidarnos siendo mejores ciudadanos...
Quito necesita varias cabezas que piensen y ejecuten; y, obviamente, mejores ciudadanos.
Creo que la reciente campaña electoral en Ecuador debe hacernos entender, a todos los ciudadanos, que por ahí no es.
Por votar sobrios hemos elegido a rateros de cuello blanco, a chalados, a bailarines, a corruptos autoritarios...
Son casi las 11 de la noche en... Quito. Un bochorno menopáusico ardiente y aterrado me empapa el cuello. Sé que es el miedo.
Un día los circos alzaban la carpa rota y se iban a divertir, a matar de pena, a robar o engañar, a los habitantes del siguiente pueblo.
Antes de votar hay que leer bien la posología completa, analizar bien las contraindicaciones, las advertencias...
Pienso en los gobernantes: ¿cómo se sienten acerca de su propio comportamiento?, ¿cómo duermen por la noche?
(...) la vida hay que festejarla con los añicos de dignidad que quedan, con las risas que se esconden, pero no se han ido del todo.
No, definitivamente no sé cómo pronunciaré sus nombres, tampoco sé cómo le diré que aún no sé lo que es “justice”...
La Navidad sabía a sencillez y a turrón. Sabía a risas y a agua de canela. Hoy tiene el sabor poco dulzón de la nostalgia.
Durante cada insomnio intento hacer una lista imposible de cómo podría yo ayudar a mejorar sus vidas...
Pero mi avión no aguarda, mi ciudad de espanto me espera y allá voy. Porque allá trabajo, allá me espera Santi... Allá, ¿vivo?
Un bellísimo libro que empezó a gestarse en la pandemia gracias a la intención de la autora de poner en orden su archivo fotográfico.
Delgadita, de ojazos negros y rulos largos es mucho más seria de lo que la imaginé, más fría, más cortante, más real.
(...) subimos a una enorme tabla que se empezó a mover en forma extraña. Era la gabarra que nos cruzaba de Durán a Guayaquil.
(...) gracias a la codicia de los gobernantes servimos en bandeja la pobreza al crimen, y entró por la puerta grande...
(...) la idea de enseñar a respetar, a convivir... no se merece la tormenta rabiosa de comentarios en contra.
Es hora de educar con palabras, con abrazos, no con golpes. Solo así romperemos el círculo vicioso del maltrato.
Yo como librera debería detestar a este autor que no cree en las librerías y no vende ahí sus libros, pero no puedo.
¿Servirá volver a la educación cívica que con las mejores intenciones propone la ministra Alegría Crespo?