Bendita la democracia si se consolida como el arte de pensar, discutir y discernir transparentemente el presente y futuro de los demás. Si tiene la solvencia suficiente para avanzar dos pasos y retroceder uno, si eso significa el logro de acuerdos trascendentales en ese presente y para ese futuro. Y aunque sea el imperio de la mayoría que no lo sea de aquellas mayorías que tienen faceta servil y han tergiversado, deformado, el concepto de incondicionalidad; sino de esas mayorías que permiten el debate, el contrapunto, respetan a las minorías y que curan cualquier herida con votación.