Es prolífica y variada la información internacional de acontecimientos protagonizados por organizaciones de agricultores y ganaderos reclamando con enorme efusividad sus derechos relegados por siglos, esta vez demostrando unidad de acción que ha obligado a las autoridades de la Unión Europea a atenderlos con prioridad reconociendo como válidas sus aspiraciones y obligándolas a revisar medidas y normas que les son perjudiciales. Reconocemos que los productores de la vieja Europa son los más favorecidos con prebendas que representan miles de millones de dólares anuales, aún insuficientes para compensar las intensas y agotadoras labores del campo.

Son varios los planteamientos, pero sí habría que resumirlos, se concentrarían en la exigencia muy sentida de alcanzar una mejor paga por las cosechas, a pesar de los subsidios que caracteriza la actividad, la elevación de costos en insumos es tan alta que no cubre las inversiones, las leyes de protección no han sido efectivas como la que rige en España, que prohíbe comprar los bienes del agro a valores menores de lo que ha significado cultivarlos, sin incluir el monto de los ajustes por cumplimiento de rígidas y estrictas medidas ambientales y el empleo de pesticidas de limitada acción en el afán de reducir su uso en el 50 % hasta el año 2030, lo cual implica, al decir de los protestantes, una peligrosa baja de productividad mientras se permite importaciones más baratas y sin apego a las restricciones que tratan de imponer a toda costa, reduciendo áreas de siembra.

Indiferente de la gran difusión que han tenido los reclamos con relevante información periodística visual de manifestaciones masivas con maquinaria agrícola y paralizaciones en ciudades de varios países europeos, siguiendo el ejemplo de los agricultores de la India, se percibe una extraña pasividad y ausencia de solidaridad de sus congéneres latinoamericanos y caribeños cuando son acosados por iguales o mayores pesares, sin subsidios de ninguna índole, que nutren al mundo en mayor proporción que ninguna otra región sin agotar el enorme potencial que le es propia por la feracidad de sus tierras labrantías, con suficiente provisión y reservas de agua dulce, pero que se debe conservar profundizando labores que asignen mayor sustentabilidad con el uso de pesticidas biológicos.

Ecuador necesita del apoyo de las asociaciones europeas en el reclamo fundamental por lograr también mejor cotización para su bien agrícola estrella, base de su economía y elemento de bienestar para miles de familias que subsisten directa o indirectamente del banano, la fruta tropical de más bajo valor que degustan los consumidores de Europa, que han hecho oídos sordos a los reclamos realizados en todos los foros internacionales. Igual ocurre con otros frutos como café, pitahaya, solo el cacao ha repuntado en las últimas semanas, comportamiento que se espera se mantenga por mayor tiempo; sin embargo, ya se escuchan rumores de industrializadores y comerciantes señalando que las alzas podrían afectar el mercadeo de chocolate cuando es una mínima compensación que otorga un mejor tratamiento al eslabón más débil de la cadena. (O)