Es la interrogante que se formulan muchos ecuatorianos.

El presidente Moreno desde que llegó a la Presidencia, el 24 de mayo de 2017, ha realizado acciones y ha tomado decisiones que lo han distanciado del expresidente Correa, en cuanto evidenciaron la falsedad de sus afirmaciones sobre las condiciones en que quedó el Ecuador después de la década del correato; y, sobre todo, permitió que se avance en la investigación de ilícitos y otros actos de corrupción.

Entre sus frases lapidarias, están: “es muy probable que por lo menos en el 60% y el 70% de instituciones, donde pongamos el dedo, brote pus” y “...ahora se ha dado por llamar revolución a cualquier pendejada”.

La decisión de la consulta popular, a realizarse el 4 de febrero de 2018, podría marcar un antes y un después en la medida que Moreno resuelva ser gobernante-estadista y no solo el gobernante que se apartó de Correa.

Es indudable que el triunfo del Sí en las siete preguntas será un espaldarazo para Moreno.

Pero, ¿quiénes votarán por el Sí?

Quizás no menos del 90% de los que no votaron por Moreno-Glas en la elección presidencial del 2017 –casi la mitad de total de electores del 2017– estarán por el Sí, porque son convencidos de la conveniencia de que no haya reelección, de que debe derogarse la ley de plusvalía, de que el actual Consejo de Participación Ciudadana y Control Social es una farsa, como buena parte de los procesos de designaciones de funcionarios a su cargo. Este es el voto duro por el Sí.

Pero los de este voto duro tienen demandas que esperan sean atendidas: la profundización de la lucha contra la corrupción, no como expresión sino como acciones concretas, para su sanción y la recuperación de los perjuicios sufridos; la derogatoria de la Ley de Comunicación o reformas profundas en esta; la democratización de la universidad ecuatoriana, con su efectivo cogobierno; la depuración de la seguridad social y la transparencia de las cuentas de los fondos que maneja, entre otros puntos, a más de un programa confiable de desarrollo, que incentive la inversión y que incluya la racionalización de la política tributaria.

El 10%, porcentaje que está creciendo, anulará el voto, porque creen que hay un estilo diferente de gobernar, pero en lo de fondo acusan un continuismo con el gobierno de Correa.

De los que en la elección presidencial votaron por Moreno-Glas, aún es difícil saber cuántos de los que salen adhiriéndose públicamente por el Sí, frente a la papeleta votarán por el Sí, quizás la mayoría. Otro segmento de PAIS está por el No.

Los del voto duro por el Sí quieren definiciones. Todavía quieren creerle a Moreno, porque de no creerle alimentarían al 10% que podría ser el voto nulo.

Verdad es que usualmente un gobernante no puede precipitarse a rupturas y tiene que actuar tácticamente, cada cosa a su tiempo, para que no haya efectos fallidos; pero, aun así, no se entienden expresiones como las de Eduardo Mangas, muy próximo al presidente Moreno, dirigidas a un grupo de militantes de PAIS, que se filtraron al conocimiento público, que podrían afectar a la transparencia y sinceridad que el Ecuador espera de Moreno, al referirse a actividades cumplidas por este, a más de otras confesiones del pasado reciente.

Yo quiero creerle

¿Moreno se comprometerá a que siempre será la misma versión que escuchen los de PAIS –morenistas y correístas– y los que no son de PAIS, de izquierda y sectores sociales perseguidos en la década del correato, y los trabajadores y empresarios que quieren defender las fuentes de trabajo, y los periodistas amenazados por la Ley de Comunicación y por el abuso de quienes la utilizan para intentar silenciar o amedrentar a quienes no se les someten, y los ciudadanos de cualquier ideología, sin excepción?

Los ecuatorianos no queremos versiones adobadas con dedicatoria a quienes, en unas circunstancias, escuchan al presidente y a los de su entorno, pero diferentes a las que se haga conocer a otros. Eso sería faltarle el respeto a todos.

El parto de los montes –caso Glas–

La fábula de Esopo, siglo VI a. C., es conocida: tembló la tierra, rugió la montaña, y esta solo parió un ratón.

Así podría considerarse el juzgamiento a Glas.

Se lo juzga por el delito de asociación ilícita del antiguo Código Penal –vigente hasta el 9 de agosto de 2014–, con lo cual las infracciones posteriores a esa fecha no se están juzgando. ¿Cuándo lo van a hacer?

La asociación ilícita de entonces no fue solo para cometer ilícitos, sino que sí los cometieron: enriquecimiento ilícito, lavado de dinero, peculado, concusión, cohecho, extorsión y otros, y estos están pendientes de juzgarse. ¿Cuándo van a juzgarse?

Se pide solo una condena de prisión susceptible de rebaja y de salida anticipada.

Por circunstancias que se suman –tongo tachan algunos– se pierde la acusación particular de la Procuraduría y la Fiscalía solo pide asignar a Glas y el tío Rivera, en combo, la reparación de USD 14,1 millones.

No sé si la Fiscalía cree que eso, en el reparto, le tocó al combo Glas-Rivera, pero la reparación no debe ser por lo que él habría percibido, sino por los cientos de millones de los fraudes contractuales –en sobreprecios y otros rubros– resultado de la asociación ilícita y de la organización para delinquir –que son los que pierde el Ecuador–. Los USD 14,1 millones para el combo Glas-Rivera solo habría sido especie de propina, de ser lo que recibieron. (O)

 

Los ecuatorianos no queremos versiones adobadas con dedicatoria a quienes, en unas circunstancias, escuchan al presidente y a los de su entorno, pero diferentes a las que se haga conocer a otros. Eso sería faltarle el respeto a todos.