Una nueva especie vulnerable fue descrita a partir de un solo ejemplar descubierto en 2000 en la provincia de Esmeraldas. Científicos recientemente pudieron determinar que se trataba de un nuevo tipo de rana de cristal.
La descripción del nuevo anfibio, bautizado con el nombre común de rana de cristal chocoana de Vigle (Nymphargus viglei), fue publicada en la Revista Latinoamericana de Herpetología en junio pasado por los científicos Juan Guayasamín, Daniela Franco-Mena y Mateo Vega-Yánez.
Ellos describen la presencia de la rana en las tierras bajas del Chocó en Esmeraldas como una ‘rareza biogeográfica’, pues estudios anteriores habían determinado que el género Nymphargus era endémico de los Andes, con solo cuatro especies habitando a menos de 1.000 metros sobre el nivel del mar en las estribaciones oeste de los Andes.
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“Al analizar especies cercanamente emparentadas, la mayoría de ellas viven en ecosistemas similares”, dice Guayasamín en entrevista con este Diario. La presencia de esta rana de cristal en las tierras bajas del Chocó, concluye, se debe a un proceso evolutivo que le permitió a la especie adaptarse a climas diferentes a los que acostumbran sus parientes.
La rana de cristal chocoana de Vigle tiene una coloración verde con numerosas manchas negras, y puede llegar a medir más de 3 centímetros, por lo cual es relativamente grande en comparación con el resto de ranas de cristal, que se caracterizan por tener piel y músculos translúcidos, que dejan ver sus órganos.
Se sabe muy poco sobre los hábitos de la nueva especie, señala Guayasamín. Se la encontró originalmente descansando sobre una hoja de palma sobre un pequeño riachuelo tributario del río Aguacatal.
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El ejemplar recolectado en 2001 por Gregory Vigle, en cuyo honor fue nombrada la especie debido a sus contribuciones a la conservación de la herpetofauna en el país, es el único encontrado hasta la fecha, a pesar de numerosas búsquedas realizadas en la zona desde entonces, lo cual dificulta su estudio.
Sin embargo, los científicos resaltan una característica que diferencia al género Nymphargus: tienen membranas interdigitales (es decir, presentes entre sus dedos) menos pronunciadas que otras ranas.
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“Es extremadamente difícil el dar una explicación funcional a esta característica. Entre las ranas arbóreas hay algunas que tienen membranas extensas entre los dedos, y otras, como la nueva especie, donde los dedos están prácticamente libres”, explica Guayasamín,
Guayasamín cree que el hecho de que no se haya vuelto a encontrar a la rana podría indicar que habita en lugares “casi inaccesibles para los ranólogos”, como el dosel del bosque (las copas de los árboles).
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Es por esto que el equipo científico recomienda que se la considere como una especie en peligro crítico de extinción de acuerdo a la escala de conservación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que toma en cuenta factores como la salud de la población, la degradación de hábitats y otras amenazas externas para los animales.
Actividades de la industria maderera, ganadera, de siembra de cacao y de palma africana han causado una grave degradación en el Chocó, el hábitat de la rana de cristal chocoana de Vigle.
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“Nuestros resultados muestran que un total de 194.007 hectáreas del Chocó ecuatoriano fueron deforestadas entre 1985 y 2022, cifra que representa una pérdida promedio de 5.243 hectáreas por año”, dice parte del estudio.
“En menos de 40 años, el Chocó ha perdido el 20 % de su extensión”, por lo que los científicos sugieren medidas para la protección del hábitat restante y, por consiguiente, de “los miles de especies endémicas a esta biorregión”, que se extiende desde el norte de los Andes de Perú hasta Panamá, pasando por Colombia y Ecuador.
La fundación Jatun Sacha, que gestionaba la reserva ecológica Bilsa, en la que fue encontrada la rana, “ha abandonado el lugar” recientemente, según el estudio, lo cual ha dado apertura a invasiones que han requerido la intervención de policías y militares.
Bilsa tiene una extensión de 3.300 hectáreas, y sus terrenos abarcan elevaciones de entre 300 y 800 metros sobre el nivel del mar en la cordillera Mache-Chindul, ubicada en la frontera entre Esmeraldas y Manabí.
La zona, particularmente cerca del río, ha sido recorrida por científicos en búsqueda de nuevos registros herpetológicos. (I)