La tarde sofocante se dejaba tumbar por la oscuridad sabatina de Manta. El sol, agonizante, que clavó todo el día su mirada ardiente sobre este puerto, se resistía a esconderse aquel 16 de abril de 2016. Se negaba a dejar en tinieblas la franja costera norte de Ecuador, como presintiendo que, al caer la noche, se vendría un cataclismo.