Los alimentos ultraprocesados afectan la salud reproductiva y metabólica, independientemente de la cantidad de calorías que se consuman, en comparación con una dieta de comida no procesada, según un estudio realizado con hombres que publica Cell Metabolism.
Los ultraprocesados provocan un aumento de peso, alteran las hormonas e introducen en el organismo sustancias nocivas relacionadas con la disminución de la calidad del esperma, según el artículo firmado por investigadores franceses y daneses.
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Una dieta rica y sin restricciones de comida muy procesada provoca un consumo excesivo de calorías, pero los científicos no estaban seguros de si se debe a la naturaleza industrial de los ingredientes en sí, al procesamiento de los alimentos o a que llevan a las personas a comer más de lo que deberían.
El estudio muestra que los ultraprocesados perjudican la salud reproductiva y metabólica, incluso si no se consumen en exceso. “Esto indica que es la naturaleza procesada de estos alimentos lo que los hace perjudiciales”, destacó Jessica Preston, de la Universidad de Copenhague y una de las firmantes del artículo.
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La investigación comparó el impacto en la salud de las dietas no procesadas y ultraprocesadas en la misma persona, para lo que se reclutó a 43 hombres de entre 20 y 35 años, que siguieron cada una de las dos durante tres semanas, con un periodo de descanso de tres meses entre ambas.
Una mitad comenzó con la dieta ultraprocesada y la otra sin procesar. Un grupo recibió 500 calorías adicionales al día y el otro la cantidad necesaria para su tamaño, edad y nivel de actividad física, pero no sabían cuál estaban siguiendo.
En cada grupo, la cantidad de calorías de la dieta ultraprocesada y la poco procesada era la misma. Este protocolo experimental permitió disociar el efecto del consumo excesivo de calorías del efecto de la dieta en sí, explicó el francés Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) en un comunicado.
Los hombres ganaron alrededor de 1 kilo más de masa grasa con la dieta ultraprocesada en comparación con la no procesada.
Además hubo un aumento de la masa corporal y de la relación entre el colesterol LDL y el HDL, lo que es un indicador del riesgo cardiovascular.
También se vio la disminución de dos hormonas implicadas en el metabolismo y la fertilidad masculina (GDF-15 y la FSH, respectivamente) y la calidad del esperma también tendió a deteriorarse, con una disminución del número de espermatozoides móviles.
La complejidad de los procesos industriales, la adición de aditivos y la multiplicación de las etapas de preparación de los alimentos ultraprocesados aumentan automáticamente el riesgo de contaminación por contaminantes industriales, que podrían influir en los efectos nocivos de esta comida en la salud.
Los científicos también descubrieron un preocupante aumento en los niveles de ftalato cxMINP, una sustancia utilizada en plásticos que altera las hormonas, en quienes seguían una dieta ultraprocesada.
“Nos sorprendió la cantidad de funciones corporales que se veían alteradas por los alimentos ultraprocesados, incluso en hombres jóvenes sanos”, en palabras de Romain Barrés, del CNRS y otro de los firmantes.
Las implicaciones a largo plazo -dijo- “son alarmantes y ponen de relieve la necesidad de revisar las directrices nutricionales para proteger mejor contra las enfermedades crónicas”.
Alejarse de los ultraprocesados ¿para siempre?
Dejar de comprar y de consumir productos de larga etiqueta parece difícil; pueden parecer mayoría al visitar casi cualquier comercio. Pero hacer la transición no es imposible. Irene Baquerizo, health coach, recomienda volver a lo básico, y para ello hay que tratar de recordar la cocina de un par de generaciones anteriores.
“Nuestros abuelos comían productos mucho más simples, menos elaborados, más naturales; no había tantos ingredientes, y los productos, obviamente, duraban menos tiempo. Tenían menos leudantes. Había un queso, el pan era de trigo no industrializado. Entonces, se trata de volver a eso”. Baquerizo agrega que tal vez estamos muy enfocados en la comida que viene en una caja o una lata, y perdemos de vista el resto.
Ve primero al área de los vegetales y frutas; compra papa, camote, verde, maduro, yuca; son carbohidratos que reemplazan el fideo, una pasta de lasaña o el pan.
“En el desayuno puedes comer un rico verde ecuatoriano o camote horneado”, ejemplifica Baquerizo. Que el ojo se acostumbre a ir por las opciones que no tienen una lista de ingredientes, sino que son ingredientes per se: el tomate, la cebolla, el pimiento, el rábano, la lechuga, la berenjena, el zucchini, los palmitos. En vez de comprar papas fritas o prefritas, lleva las papas reales y trabaja con ellas desde cero.
Reemplaza los ultraprocesados por productos que tengan, como máximo, cinco ingredientes en su lista, si no es menos.
"Puedes hacer un desayuno con verde y huevo. Cada uno es un solo ingrediente. Puede ser un almuerzo con una proteína como el pollo o un pescado, acompañada de una quinoa y una rica ensalada fresca”. Para la media tarde, en vez de un pastel, Baquerizo recomienda almendras y media manzana. “Y en la noche puedes comer un wrap de lechuga o una tortilla de avena rellena con pollo mechado y con guacamole casero; es cuestión de ir viendo recetas”.
En las próximas compras, al escoger o al ir a pagar, deja atrás dos o tres productos superprocesados: galletas, panes, jamones, chorizos, y reemplázalos por tres alimentos naturales.
La instructora insiste en que no se trata de prohibir ciertas comidas, sino en aprender a elegir mejor. (I)