La desertificación (degradación de la tierra) avanza en la ladera occidental de la cordillera de los Andes en la provincia de Cotopaxi. Las lluvias arrastran la capa rica en nutrientes de la superficie desprotegida debido a la falta de árboles por la intensa deforestación y el desgaste tras décadas de sobrexplotación agrícola.

La consecuencia alcanza a las zonas urbanas con el colapso de los sistemas de alcantarillado ante la gran cantidad de sedimentos arrastrados e incluso con el riesgo de aluviones como el de enero pasado en el sector de La Gasca y La Comuna, en Quito, que causó 28 muertos y 52 heridos.

En las parroquias de Cotopaxi se evidencia parte de estas consecuencias, explica Paul Panchi, director de Medio Ambiente de la Prefectura de esta provincia. “Hemos tenido sequías muy fuertes en los últimos años lo que afecta a la producción. Uno de los factores de esta es que hay grandes áreas en proceso de degradación o desertificación. Son suelos de cangahua (tierra estéril) bastante secos que ya no tienen aptitud agrícola”.

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Las zonas afectadas incluyen tierras del cantón Latacunga, Pujilí, Salcedo, Saquisilí y en porciones del valle del río Cutuchi. “Son extensiones vastas, me atrevería a suponer que son hasta tres mil hectáreas”.

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La Prefectura de Cotopaxi es uno de los cinco gobiernos autónomos descentralizados provinciales, junto con Chimborazo, Imbabura, Pichincha y Santo Domingo de los Tsáchilas, que se sumaron al plan de reforestación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). El objetivo es sembrar un millón de árboles en todo el país hasta el 2024.

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El propósito, dice Panchi, es replicar el modelo que aplicó la Universidad Técnica de Cotopaxi en el sector Salache del cantón Latacunga, donde con el sistema de terraceo (siembra a distintos niveles en parcelas) y de protección forestal con plantas nativas se dio la recuperación del material orgánico del suelo, lo que detiene los procesos de erosión.

La Prefectura de Cotopaxi tiene previsto reforestar 600 hectáreas hasta el 2023 como parte del plan con la PUCE.

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Se trata de una reforestación integral que incluye el personal para el cuidado de las zonas plantadas, cuya recuperación como parte de un bosque de transición puede tardar hasta dos décadas.

Diego Jiménez, director de vinculación de la PUCE, dice que el proyecto nace en el marco del cumplimiento como país de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), pero sobre todo se deriva del magisterio social del papa Francisco, quien en mayo del 2015 publicó la encíclica Laudato si, un exhorto a cuidar, proteger y hacer un uso responsable de los recursos naturales.

“En ese documento el papa invita a aunar esfuerzos para cuidar y preservar la vida en el planeta. En la visita que hizo al Ecuador (en julio del 2015) tuvo un encuentro con el mundo de la educación que se hizo en la sede matriz de la PUCE, en Quito, donde preguntó primero qué hacemos por los otros y por cuidar el planeta. Estas dos preguntas han guiado las decisiones que la universidad ha tomado en el marco de su planificación desde entonces”.

Una de las respuestas fue activar este plan de reforestación, que durante lo que va del año ya incluye la siembra de más de 50.000 árboles del millón previstos hasta 2024.

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La Prefectura de Cotopaxi ya ejecuta tareas de reforestación para evitar el avance de la desertificación.

Los primeros lugares de intervención han sido las seis provincias donde están las sedes de la PUCE, que son Esmeraldas, Imbabura, Manabí, Pichincha, Santo Domingo de los Tsáchilas y Tungurahua.

“El sábado pasado (9 de abril) se sembraron 5.000 arboles en alianza con la Prefectura de Pichincha y la comunidad en la parte alta de La Comuna (zona donde hubo el aluvión)”, uno de los puntos afectados por la tala indiscriminada, afirma Jiménez.

Con la siembra se reducen los procesos de erosión y el arrastre de sedimentos, que pueden provocar posibles aluviones que atraviesen las zonas pobladas.

Pero la cobertura del plan es nacional, lo que depende de la firma de convenios con los gobiernos y actores locales públicos y privados en los lugares donde no hay sedes de la PUCE. Un ejemplo es en Cotopaxi, donde a finales de este mes se iniciará la siembra con el apoyo de la Prefectura de esa provincia.

Panchi asegura que en el caso de Cotopaxi se arrancará en Salache de la parroquia rural Eloy Alfaro del cantón Latacunga. El piloto cubrirá 50 hectáreas con 500 árboles en cada una, es decir, un total de 25.000 plantas. “Tenemos una partida presupuestaria para la adquisición de especies nativas”, indica.

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Las alcaldías de Cayambe, Pedro Moncayo y Sigchos también tienen convenios con la PUCE.

Durante lo que queda de este año la meta es llegar a los 400.000 árboles sembrados del millón. En la Sierra se hará a partir de fin de mes y en la región Costa durante noviembre y diciembre próximos.

“En Pichincha nuestro aliado importante es la Prefectura, con ellos tenemos un convenio y nos han ofrecido 450.000 árboles entre 2022 y 2024“, indica Jiménez.

La finalidad es cumplir la meta del millón de árboles hasta junio del 2024, ya que el papa Francisco tiene previsto venir al país en ese año pues Ecuador será sede del 53 Congreso Eucarístico.

“En el contexto de la venida del papa al país, la PUCE y los socios estratégicos con los que llevamos el proyecto adelante le entregaremos este resultado (de cumplir la meta)”, dice Jiménez.

Una comisión técnica de la PUCE define las especies nativas que se siembran según el piso climático del lugar, todo de acuerdo con el criterio de los botánicos, biólogos e ingenieros agrónomos que son parte del equipo. “Se promueve la recuperación de árboles endémicos propios de cada zona, no promovemos la siembra de especies introducidas porque generan daños colaterales significativos”, manifiesta Jiménez.

El guayacán y el ceibo en el bosque seco de la Costa o el cholán en algunas partes de la Sierra.

La postsiembra es parte del proyecto, explica Jiménez, con el fin de hacer seguimiento de los árboles plantados para que logren la vida adulta.

La debilidad de las tareas de reforestación realizadas en el país es que no se sigue un monitoreo con periodicidad para verificar que la planta siga su desarrollo, lo que se quiere evitar con el proyecto de la PUCE.

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SI bien la meta se cumple al 2024, el proyecto no muere allí ya que se cuidará que crezca lo plantado, asegura Jiménez.

Los interesados pueden registrar la siembra de su árbol y recibir asesoramiento a través de Internet

Las personas pueden sembrar un árbol en su patio o predio privado, tomar una foto y registrarlo con la información pertinente como el tipo de especie que plantó en el sitio web 1millondearboles.ec.

Los interesados en colaborar con las jornadas de siembra también pueden participar, la invitación está abierta a toda la comunidad educativa y la sociedad civil. Incluso hay la posibilidad de hacer donaciones para la compra de los árboles que se plantarán como los guayacanes o las orquídeas, a través del portal mencionado.

Con la iniciativa se busca un despertar de la consciencia de la sociedad respecto a las causas de la problemática de la tala indiscriminada de árboles. “La crisis ambiental y social que vivimos tiene soluciones que son más de fondo. Necesitamos transformar la cultura, formar la consciencia, repensar nuestro lugar en el mundo y desde la academia tenemos un espacio privilegiado para incidir socialmente en lo que significa la transformación de los hábitos de vida. No podemos seguir formando únicamente desde la consciencia del consumo y de la producción de riqueza, necesitamos enfocar y poner énfasis en una ética del cuidado del planeta”, precisa Jiménez.

Las prefecturas tienen viveros en los que se da prioridad a las especies nativas

Mingas comunitarias de reforestación hace la Prefectura de Santo Domingo de los Tsáchilas para la recuperación de las áreas degradadas en el sector Las Damas de la parroquia Alluriquín de esta provincia.

El aporte de las prefecturas va de la mano con los viveros que mantienen en los que se hace énfasis en la conservación y producción de las especies nativas del territorio de sus provincias.

Verónica Narváez, directora de Gestión Ambiental de la Prefectura de Santo Domingo de los Tsáchilas, afirma que el vivero de esa provincia tiene la capacidad de producir 150 mil plantas al año.

Estas están a la venta, pueden donarse tras una solicitud que se realiza a la Prefecta Johana Núñez o se utilizan en los procesos de reforestación que ejecuta la entidad, explica Narváez.

La firma del convenio con la PUCE implica que parte de estas plantas se usen en las siembras que se tienen previsto hacer en la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas.

Las áreas por reforestar se escogen en función de los convenios que se consigan con la comunidad para garantizar la conservación.

“Generalmente son para potenciar las nacientes del agua. Todo se hace previa inspección técnica y en acuerdo con los Gobiernos Autónomos Descentralizados Parroquiales, todas las plantas se entregan con un convenio y luego hacemos seguimiento y mantenimiento”, dice Narváez.

La funcionaria afirma que urge la siembra en zonas de Alluriquín, Valle Hermoso y San Jacinto del Búa, tres de las diez parroquias de la provincia.

“Somos parte del ecosistema Chocó Andino, similar a Mindo (en la provincia vecina Pichincha) por lo que tenemos que recuperar y darle ese valor, mostrar esta cara natural, esa es una de nuestras misiones, hemos creado un sistema provincial de áreas de conservación, además de la misión de reforestar y restaurar”, indica.

Una de las trabas son las falencias en el control de la tala del bosque, dice Narváez, competencia que es del Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica.

“Hay la necesidad de fortalecer el control de la tala a nivel nacional para garantizar la conservación de los árboles que quedan, porque una cosa es reforestar lo que demorará 20 años hasta tener un bosque como el que hoy estamos perdiendo masivamente”, asegura Narváez. (I)

La reforestación requiere la participación de la comunidad en las provincias como en Santo Domingo de los Tsáchilas.