Hay lugares que parecen sellar nuestro destino. Ya se trate de una avenida, un café, una estación, la orilla de un río o un lago, una esquina, la parada de un metro o el camino que recorríamos a diario para llegar a algún sitio, en estos o en otros lugares públicos similares, nos puede sorprender un momento, un instante, unos minutos, en que sentimos que algo cambió en nuestras vidas, una decepción, un descubrimiento, un encuentro, una despedida, una revelación, un testimonio.

Lugares que nuestra memoria visita a menudo, durante esas horas sin nombre en que divagamos o nos dejamos llevar por recuerdos, visita que la hacemos con el afán de entender nuestra vida, darles un sentido a nuestras decisiones y comprender el giro que tomó nuestra existencia en esos pocos segundos que se esfumaron. Allí, en un verano o en una noche o al regresar a casa algo nos sucedió en ese sitió que ya forma parte de nosotros.

En la novela que hoy comentamos ese sitio son unas encantadoras escaleras públicas entrecruzadas que se encuentran en Viena –en el distrito 8 para ser precisos– y que abrazan a una pileta de agua. Esas escaleras significaron muchas cosas a varios de los personajes de la compleja y apasionante novela, escrita por el austriaco Heimito von Doderer (1896-1966), Las escaleras de Strudlhof (traducción de José Miguel Sáenz, Editorial Debolsillo, Madrid).

La novela es una inigualable fotografía de la Viena de las dos primeras décadas del siglo XX, un libro ambicioso y vasto que abarca a varios personajes que incluyen un elegante y alcohólico aristócrata prusiano, un respetable dueño de un almacén, unos desaforados aventureros de amoríos y unos celosos y austeros trabajadores, entre otros.

Las historias de estos personajes y la de sus visiones del mundo se entrecruzan, tal como lo hacen las mencionadas escaleras, se desaparecen y vuelven a encontrarse en esta obra que parece no tener final. Pero la real protagonista es la ciudad de Viena misma. Ella es en la magistral pluma de Von Doderer lo que es Dublín para Joyce, París para Balzac o Londres para Dickens. Von Doderer ha escrito más que una novela, es probablemente uno de los mejores testimonios artísticos de un punto de quiebre en la historia europea y de la cultura occidental. Una lectura que recordará en muchos aspectos a la de Proust y Thomas Mann.

La novela puede ser ordenada a la casa editorial.