No está catalogado como enfermedad mental, pero el complejo de inferioridad es lo suficientemente dañino como para perjudicar nuestras vidas, en gran escala.

Su definición es clara: se trata de un crónico sentimiento de inadecuación en cualquier situación (social, deportiva, académica, afectiva) en la que el individuo tenga que participar. Esta resignación a sentirse en perenne desventaja frente al mundo se confirma y refuerza luego de cada interacción fallida con su entorno, y le crea la suficiente expectativa negativa para su próxima actuación.

El resultado neto es un continuo sentimiento de ansiedad y depresión, y una visión crecientemente pesimista hacia el futuro (en casos extremos pueden aparecer pensamientos suicidas).

La baja autoestima, impotencia a los desafíos del diario vivir y dependencia de la validación que obtenga de los demás lo obligan a alejarse de situaciones en las que tenga que “dar la cara”, obstruyendo significativamente su camino hacia la realización personal. En ocasiones puede tratar de sobrecompensar sus deficiencias actuando en forma injustificadamente agresiva ante individuos ostensiblemente más débiles.

El origen por lo general tiene lugar en una niñez en la cual el individuo fue maltratado o invalidado por sus padres o guardianes, comparado desfavorablemente con sus hermanos e ignorado o abusado por sus compañeros de escuela o en su grupo social. También puede originarse en limitaciones físicas o mentales.

Para iniciar un proceso de recuperación y fortificación de la autoconfianza es indispensable conseguir la ayuda de un psicoterapeuta especializado en el tema, ya que las profundas raíces del problema están enredadas en el distante pasado. También conviene rodearse de gente que apoye la relación interpersonal, que no juzgue su comportamiento, que no minimice sus logros.

Debe definir un objetivo en cualquier campo de la vida, sencillo al comienzo, y trabajar intensivamente hasta lograrlo, solo o con cualquier clase de ayuda. Esto le demostrará que puede lograr lo que se propone, luego puede exigirse lograr algo más complejo. Puede proponerse desarrollar alguna habilidad especial, a su propio ritmo, y sentirse realizado al lograrlo. No debe comparar sus logros con los de los demás; cada uno tiene un rumbo específico que seguir en la vida. (O)