Puede ser que tomarse una cerveza no sea el momento más glamuroso de todos, pero ha estado presente en nuestras vidas desde la época del colegio, en las fiestas con los amigos, luego de un partido de fútbol y también al llegar a casa cansados del trabajo, cuando buscábamos algo refrescante para relajarnos. Esta bebida con más de seis mil años de historia tiene un sabor mágico que atrapa poco a poco, porque para la mayoría el primer trago fue una experiencia inentendible entre sabores amargos y texturas espumosas que no agradaron, pero, con el paso del tiempo, estas mismas sensaciones se convirtieron en nuestras favoritas.

La cervecería artesanal guayaquileña Odisea empezó hace unas pocas semanas a recibir público en sus nuevas instalaciones (sobre la av. Benjamín Rosales, antes de llegar a la cabecera norte de la pista del aeropuerto), donde han creado un espacio muy agradable juntando lo moderno con lo natural. Por un lado, grandes tanques de acero donde maceran, fermentan y maduran la cerveza; y por otro, el manglar, la fauna y el río Daule. Tienen grandes pantallas para ver eventos deportivos, música a volumen que permite conversar, salas donde cómodamente se pasa el momento y un acogedor malecón para los que buscan disfrutar una bebida junto a la naturaleza.

Empecé aceptando la sugerencia del mesero: una Ragnar ($ 11). No tenía idea del significado de esa palabra, pero la descripción del cóctel me causó curiosidad: una mezcla de cerveza Vikinga (Pale Ale roja), Jack Daniel’s (whisky estadounidense de Tennessee) y sirope de canela. Potente, con mucho cuerpo y sabor maltoso especiado. Me pareció una gran invención, buena alternativa para despertar los sentidos y empezar la noche. Enseguida llegaron los nachos con chili ($ 12,50): una porción de totopos de maíz bañados con chili, jalapeños, guacamole y crema agria. Perfecto picante para contrastar el primer trago.

Ahora sí me encontraba listo para hacer una degustación de algunas de sus variedades de cervezas. Se puede ordenar cualquiera de ellas en vasos de 330 ml ($ 4), de 500 ml ($ 6) o en jarras de un litro ($ 9,50). La primera fue la Sirena, una Golden Ale de suave color dorado, superrefrescante, en que las notas de malta se hacen sentir ligeramente. La acompañé con pizza de peperoni ($ 12), de rica masa delgada, con generosos toppings y mucho queso. Luego ordené una Kraken: esta es Indian Pale Ale, poderosa, con 7 grados de alcohol, fuerte presencia de lúpulo, que le da un toque amargo y aromas de frutos tropicales. El maridaje fue delicioso: un plato con base de papas rosti, pulled pork ($ 13) coronado con cebollas crocantes y queso cheddar derretido.

Al final, una cerveza no apta para principiantes: la Vikinga, Berserker Pale Ale. De color rojizo oscuro, en nariz notas dulces y especiadas, de sabor maltoso y bastante complejo. Con ella probé el sánduche de rosbif ($ 14), con queso holandés y chucrut. Buena carne, pero el pan no tenía la textura ni firmeza suficientes para soportar comerlo con la mano; el uso de cubiertos mató el momento. Visitar la cervecería Odisea fue una linda experiencia, se la recomiendo. No olviden hacer reservación, el lugar está siempre full.