Es común que en nuestro país optemos por prescindir del diseño cuando nos encontramos en crisis. Solemos decir: cuando tenga dinero invierto en mi imagen. Ese es un común y grave error que veo desde hace ya tres décadas de vida profesional y noto que se ha trasladado a las campañas de redes sociales y a las fotografías que se usan para vender productos… algo ilógico, pero real.

La tecnología, que tan generosamente nos da herramientas para hacerlo todo nosotros mismos, pone en nuestras manos la enorme responsabilidad de proyectar la imagen de emprendimientos que, sin darnos cuenta, podemos llegar a matar con nuestros propios actos cuando lo hacemos con mal gusto, descriterio, faltas ortográficas, errores de redacción, entre otras cosas.

De las aplicaciones que más recomiendo usar cuando alguien quiere hacer diseño para redes sociales está Canva, un programa que en el nivel Pro ofrece muchas herramientas interesantes. Tener esta versión pagada en el celular acelera los procesos para diseñar imágenes que se vayan a publicar en redes, con la ventaja de que se las puede subir sin usar memoria del celular.

Siempre comento a los jóvenes diseñadores que en lugar de vetar esa aplicación, la conozcan y le saquen provecho, ya que es preferible que sea usada por personas con criterio y creatividad para que la puedan explotar. En manos de usuarios sin mayor conocimiento, los diseños que vienen prehechos serán de gran ayuda, pero tengan claro que probablemente se encuentren el mismo diseño en otras cuentas. Es decir, que si buscan distinguirse, ese no será el mejor camino.

La democratización del diseño no es necesariamente una ventaja y, lejos de lo que podamos pensar, pone en evidencia la peor crisis que podemos estar viviendo y que no es precisamente la económica, sino la que vivimos por dentro. Si no le damos la oportunidad a la creatividad, difícilmente saldremos de cualquier crisis que se nos presente ahora o después. (O)