Que no se confunda con Casa Julián, el restaurante del Hotel del Parque en el Parque Histórico Guayaquil (en Samborondón). El restaurante que nos atañe -Juliana- está ubicado en el último piso de la casa Guzmán, en la esquina de la calle Panamá e Imbabura, ocupando el tercer nivel de este hermoso edificio, el cual aloja el Museo del Cacao.

Al salir del ascensor, se entra a un pequeño vestíbulo muy bien decorado, respetando el estilo de la época de la casa. El restaurante tiene mesas en su interior, desde donde se puede ver la terraza. Un bar sirve de área de transición entre estos dos ambientes. La terraza también tiene mesas, y fue donde nos ubicamos, con una agradable vista al jardín vertical del edificio frente al local. La anfitriona que nos atendió sabe hacer sentir cómodos a sus comensales.

Tienen un menú corto y estábamos con hambre, así que pedimos casi toda la carta. Los dumplings criollos deberían cambiar de nombre. Su masa no era a base de arroz ni cocinada al vapor, sino frita. En realidad, eran empanadas. De pollo con col blanca, maduro y tomatillos. Como empanada, buena, pero muy alejada de lo que es un dumpling. La salsa y la cocción del pollo resaltaban el sabor criollo que pretendía lograr.

Probamos también las croquetas de pato. De sabor y textura fantásticos. El gustillo y aroma de la carne de ave impregnaban el paladar. Lastimosamente se deslizó un pedazo de hueso, nada pequeño, que no permitió que degustáramos plenamente el que hubiera sido el mejor plato de la tarde. Sin dicho error, es una deliciosa croqueta.

'Dumplings' criollos. Foto: Gourman.

Los muchines de camarón, originalmente con cangrejo cuando no hay veda, con alioli de ajo negro, bien logrados. Buena combinación, recomendando mayor proporción de salsa en este plato.

El primero de los platos fuertes fue gnocchi de camote amarillo sobre emulsión de chocolate al 75 %, fruta de pan y brotes de mostaza. Sonaba estupendo, pero varias cosas no funcionaron en este plato: el exceso de sal y la fritura del gnocchi, su textura nos pareció que no jugaba bien con los demás elementos.

Probamos luego una panceta con puré de habas verdes y coles de Bruselas. El cerdo, perfectamente cocinado. El puré de habas, una delicia; concentrado y con poca humedad, con sabor penetrante, perfecto para lo graso de la panceta. Recomendado.

Terminamos con el bife angosto al grill guayasense, con un caldoso de maíz amarillo. El caldoso, muy bien logrado. Pero al segundo corte de la carne tuvimos que devolverla sin poderla probar. La carne estaba mal trabajada en cocina.

El sitio es muy agradable y tiene potencial. No es barato. Por su rango de precios, el nivel de la cocina debe mejorar. El personal de servicio es muy atento, pero le falta entrenamiento.