Ahora sí el Ecuador dispone de un Congreso Nacional que se apoya en sólidos principios morales y éticos gracias a la autodepuración. De manera drástica los diputados se ajustaron el cinturón del código de conducta, para que el pueblo se sienta orgulloso de sus representantes.

Cierto es que hubo algunas excepciones, pero luego de una exhaustiva investigación, estoy en condición de explicarles por qué.

Patricio Dávila.– Se desafilió del Partido Social Cristiano e insultó al maestro Ramiro Larrea. Lo perdonaron porque después de desafiliarse nadie se dio cuenta de que se había desafiliado. Siguió siendo absolutamente leal a los mandamases de su partido. Hombres así, que insultan y obedecen órdenes sin cuestionar, son un extraordinario ejemplo para nuestra juventud desorientada.

Salvador Quishpe.– Está acusado de tramitar nombramientos en su provincia. Pero después de que Pocho Harb le quitó el sombrero, siempre ha sido muy leal a la nueva mayoría legislativa. Gracias a Quishpe nuestros hijos ahora saben que hay cosas, como los sombreros y la lealtad, que se pueden comprar con dinero; para todo lo demás, existen las partidas en el Congreso.

Pocho Harb.– Insultó a los pueblos indígenas, sacó un arma en el Congreso y armó barullo cada vez que hizo falta para impedir una votación. Lo perdonaron porque los pueblos indígenas solo cuentan a la hora de sacarles el sombrero o sacarlos a las calles para que tumben gobiernos y dejen la mesa puesta. Por lo demás, las pistolas y el barullo a veces son necesarios para tumbar a los malos presidentes.

León Febres-Cordero.– Lo acusaron de tramitar partidas presupuestarias. Pero en el Congreso no interesan esos rumores, porque fue uno de los artífices de la caída del tirano Gutiérrez. Cuando el pueblo quiteño rodeaba el Palacio de Gobierno, se situó en medio del fragor del combate… en el Palacio Municipal de Guayaquil. Allí le dijo velaverde a los directivos de las cámaras de la producción y al Alcalde de Guayaquil, como si fuesen mocosos malcriados. Nadie respondió por terror; y terror es lo que hace falta para estabilizar nuestra democracia.

Marco Proaño Maya.– Se desafilió del PRE. Lo perdonaron porque el código de ética prohíbe que los diputados se desafilien de los partidos de mayoría. Los de minoría no cuentan. En nuestra democracia, una mayoría de 51 votos es la voz del pueblo, que es la voz de Dios.

Me olvido de algunos nombres, pero para muestra basta un botón. Lo importante es el mensaje cristiano: a veces hay que perdonar a los ignorantes (“perdónalos, porque no saben lo que hacen”). Por eso el Congreso Nacional se merece todo el perdón del mundo por su incompleta autodepuración.