En el siglo XIX, Galápagos tenía la reputación de ser un lugar duro e inhóspito. Los colonos de las islas, en esa época, para poder alimentarse mejor comenzaron a sembrar plantas como la mora (Rubus niveus) o guayaba (Psidium guajava) traídas desde el continente. Luego, para obtener recursos maderables optaron por el cultivo de cedrela (Cedrela odorata).