Mientras la mayoría de las familias ecuatorianas perciben un salario mínimo vital. Resulta sorprendente constatar que un asambleísta afirme que su sueldo apenas le permite vivir. Esto nos lleva a preguntamos si es valioso o no mantener con los dineros del pueblo a una burocracia que aporta poco al desarrollo social. Para analizar el valor de un servicio son útiles dos conceptos: “valor de uso y valor de cambio”.

El primero, “valor de uso”, hace referencia a la utilidad de un bien para satisfacer una necesidad. Si bajo esta perspectiva se analiza el servicio que brindó la Asamblea destituida, la mayoría de los ciudadanos coincidimos en que no satisfizo nuestras esperanzas de un país mejor. En tal sentido, podemos afirmar que se pagó en vano por servicios profesionales que causaron conflicto, confusión y malestar.

Asambleísta Luis Almeida asegura que el sueldo no le alcanza, que en la primera semana se le acaba

El segundo, “el valor de cambio”, señala propiedad de intercambio de un bien por otro. Al respecto, con el voto ciudadano, llevamos a varios personajes sucesivamente a ocupar cargos en la Asamblea, pero solo hemos recibido sucesivas crisis políticas. Así, hemos invertido ingentes recursos en un pésimo servicio.

Mediocridad refundadora

Cuando en lo cotidiano alguien recibe una mercadería defectuosa, tiene el derecho a reclamar devolución de recursos. También, aquel principio debe aplicarse a los servidores públicos que prometen -durante las lides electorales- llevar propuestas que mejoren el país; pero, como lo hemos observado, lo único que mejoran es su estatus social particular. De tal manera que sería justo pedir un reembolso de nuestro dinero, pues el servicio prestado por la Asamblea fue pésimo y en vez de traer bienestar contribuyó al caos del país.

Tal vez es hora de elegir no solo asambleístas y propuestas, sino calificar semestralmente su servicio.

Quizá, la culpa es nuestra, tenemos debilitadas las habilidades para seleccionar a quienes deben ocupar cargos de representación; solo así se explica que nos hemos equivocado al votar por gente que ha causado inestabilidad y confusión social. De ahí que para las elecciones que se avecinan nos sería útil establecer una guía para seleccionar a nuestros representantes. Nos pueden valer algunos criterios, como la calidad del candidato, su trayectoria profesional y ciudadana y qué garantía nos ofrece o de qué prestará un buen servicio.

Pero quizá requerimos una perspectiva realista y justa. Tal vez es hora de elegir no solo asambleístas y propuestas, sino calificar semestralmente su servicio. Nos vendría bien tener mecanismos de participación ciudadana (automáticos y digitales) que nos permitan “evaluar” el rendimiento de cada asambleísta y servidor público; así, quienes no satisfagan y honren su puesto de trabajo, serían removidos y deberían devolvernos los recursos que invertimos, ya que ante un servicio deficiente resulta justo tener compensación.

No cabe duda de que para cambiar el país requerimos mejores servidores públicos, personas más comprometidas con la gente, que amen al Ecuador más que a su bolsillo y que, en resumen, sean personas que encarnen valores humanos y compromiso social. Necesitamos una Asamblea transparente, eficiente, accesible y de calidad; que rindan cuenta de su accionar en función a evidencias tangibles. (O)