El Ecuador no puede seguir viviendo este ambiente de violencia e inseguridad total. Es hora de unirse todos, repudiar a la violencia, el crimen organizado, la corrupción y decir basta tras el condenable asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio. Los ecuatorianos al unísono debieran levantar la bandera blanca de la paz para que se imponga frente a quienes buscan sembrar el caos, la destrucción y con ello tomar el control del poder a como dé lugar. Votar en las próximas elecciones a favor de la paz y no de los violentos.

Se ha llegado al extremo, que debe ser rechazado por todos, de no solo usar la violencia armada sino la del insulto, la injuria y la amenaza, que ha conducido a la polarización de posiciones hasta en las familias por tesis políticas que debieran ser debatidas civilizadamente. Se ha sembrado el odio como mecanismo para lograr votos sin razonamiento sino con el discurso estigmatizante, pendenciero y denigrante, que atrapa a desinformados.

Horizonte zaíno

Nunca nos imaginamos que hubiésemos llegado a la situación de Colombia y México con esas dimensiones de violencia. El asesinato de Luis Carlos Galán, candidato presidencial por el Nuevo Liberalismo. Fue acribillado en Soacha en agosto de 1989, durante un mitin, a manos del narcotráfico, que lo sacó de la carrera electoral y abrió el camino de su reemplazo, César Gaviria (presidente 1990-1994).

Este crimen cambió la historia de Colombia, que despertó y desbarató en su momento a poderosos carteles de la droga, aunque en su lucha cobró miles de víctimas. Galán, que lideraba las encuestas para ganar las elecciones, tuvo la valentía de luchar contra este mal e impulsar la extradición de narcotraficantes en la época que reivindicaban que era preferible una tumba en Colombia que una cárcel en EE. UU.

Había que callarlo

Otro hecho similar sucedió en Tijuana, México, en marzo de 1994, cuando se produjo el asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Colosio, durante el desarrollo de un mitin en su campaña.

El caso de Fernando Villavicencio es similar, por haber enfrentado con valentía durante su vida y haber denunciado documentadamente casos de corrupción, que llevó a sentencias condenatorias a políticos claramente identificados, que lo amenazaron y lo persiguieron y que le llevó a esconderse en la selva amazónica y luego exiliarse en el Perú.

Esta situación debe poner un alto a la realidad interna y despertar a los ecuatorianos para que dejen la indiferencia, se levanten y luchen por la paz, que solo se añora cuando se pierde, pero a veces resulta demasiado tarde.

Esto obliga también a un cambio radical en las medidas de seguridad y a la actuación más firme y rigurosa de las instituciones llamadas a cuidar de la vida y en el establecimiento obligatorio no solo de guarda espaldas (que guardan las espaldas del protegido), sino de tomar acciones e iniciativas y establecer planes debidamente diseñados, estructurados y ejecutados, con anillos de seguridad, que alerten y prevengan las amenazas. Este ambiente de violencia y de muerte obliga al Estado a la protección no solo de candidatos, sino de todos los ecuatorianos, en medio de un grito desesperado y generalizado. (O)