Evolucionar y ser mejores es una necesidad individual e institucional que se ha hecho más visible en tiempos de globalización. Si las personas e instituciones nos quedamos solo pensando en el pasado y lamentándonos, tenemos garantizado el fracaso. Para ser mejores hay que tener una actitud positiva y de adaptación. En estos tiempos, próximos a elecciones, la oportunidad de mejorar es muy clara. El nuevo presidente debe seleccionar muy bien a sus colaboradores. Los líderes de los partidos políticos deben ver en todos los asambleístas seres pensantes, con capacidad de discusión al interior de los mismos, y no personas obedientes a ultranza. Ello no es incompatible con la necesidad de que las votaciones en la Asamblea deban ser uniformes.

Desde la óptica gubernamental, el presidente no necesita adulones para gobernar, le urge gente pensante, que discuta sus decisiones si las considera equivocadas, sin perder el puesto de trabajo. Urge ministros de Estado que comuniquen a la sociedad los aspectos fundamentales de su gestión. Mucho silencio puede ser hasta sospechoso. Parte de la buena institucionalidad es contar con asesores competentes en las diversas áreas, que también discutan con sus asesorados y no se limiten a cumplir órdenes.

Para hacer mejor institucionalidad, como regla, las entidades no deben crecer. Deben mejorar la calidad del gasto, redefinir roles, llenar los puestos con los perfiles apropiados.

Exige buena actitud, entrega, preparación, atributos que siempre hay que cultivar para luego cosechar.

Si los titulares de las instituciones después de un tiempo razonable no dan resultados, hay que cambiarlos. Fijémonos en las asociaciones público-privadas: un asambleísta cesado cuando era dirigente gremial fue un gran impulsor de dichas asociaciones, fue un mérito importante pues era una idea innovadora en el Ecuador; el presidente actual confió mucho en tales asociaciones.

A propósito, Lasso tiene aciertos importantes como la relevancia que le ha dado a Galápagos. No me meto en política, cuando hago una crítica mi propósito es positivo. Y ahí va una: la famosa secretaría de asociaciones público-privadas no llenó las expectativas. Se convirtió en un ente burocrático sin resultados (no sé cuántas personas trabajan ahí). Y de remate, para “apoyar” la causa le han hecho firmar al presidente un decreto por medio del cual el Ministerio de Economía debe en 90 días crear una subsecretaría responsable de “ejecutar todas las atribuciones vinculadas al análisis y monitoreo de la sostenibilidad y riesgos fiscales”. Me cuesta creer que el ministro de Economía (un buen ministro) haya aprobado esta creación. El problema con estas asociaciones, casi inexistentes, empezó cuando, contrario a la filosofía de las mismas y al pensamiento del presidente actual, alguien introdujo en la llamada ley creando oportunidades la eliminación de los estímulos tributarios, estímulos que fueron aprobados por Correa.

Los tiempos cambian, los funcionarios van y vienen, pero la necesidad de una mejor institucionalidad es permanente. Exige buena actitud, entrega, preparación, atributos que siempre hay que cultivar para luego cosechar.

¡Manos a la obra! (O)