Nacido en Italia en 1904, il dottore ingegnere Enrico Delfini Incarnati migró a Ecuador en 1949, cuando ya era padre de 4 hijos, quienes luego lograron estudiar en Estados Unidos gracias al enorme esfuerzo de sus padres. Paola y Alfonso en Standford, Riccardo y Francesco en Michigan Tech, recibieron una formación académica de altísimo nivel.

Al regresar a Ecuador, Alfonso y Riccardo compartieron sus conocimientos desde la Espol, en donde dictaron prácticamente todas las materias de Matemáticas y Electricidad. Alfonso (+) merece un capítulo aparte. Pero hoy me referiré a Riccardo, probablemente el ingeniero más completo y profesional del Ecuador.

Un ingeniero de alto nivel logra diseñar buenos productos que sean útiles para la sociedad. Riccardo no solo los diseñó, también tuvo la paciencia y capacidad para construirlos y luego la habilidad para venderlos en 26 países del mundo. Lo hizo formando una empresa que da empleo a 100 personas con alta capacidad técnica y dedicación minuciosa, necesarias para responder por el ciclo integral de una empresa de ingeniería, en donde destacan también, entre otros, los ingenieros Ricardo Naranjo y Julio Yépez. Originalmente fue un exitoso proveedor de sistemas de aire acondicionado, luego desarrolló la división de refrigeración industrial que atiende a diversas industrias, entre ellas, las procesadoras de camarón, pescado y cárnicos. Pero fue el diseño y producción de bombas para el sector camaronero lo que constituyó su más importante éxito profesional. La tarea incluyó resolver complejas ecuaciones diferenciales de la mecánica de fluidos para escoger los perfiles aerodinámicos de las aspas que maximicen la eficiencia, desarrollar métodos constructivos innovadores para fabricar las bombas de manera eficiente sin necesidad de fundición, escoger los materiales y espesores apropiados, producir y ensamblar rotores, alabes, difusores, transmisiones y demás componentes. Todo con la ayuda de las más modernas herramientas de software de diseño y control automático de la producción. Si el loco se define por la disociación de lo imaginario, lo real y lo simbólico, Delfini resulta ser un ingeniero muy cuerdo, porque los diseños que su intelecto imaginó no se quedaron en la computadora, trabajó arduamente hasta construirlos y luego asegurar que el desempeño logrado impulse no solo el agua, sino el desarrollo de la industria que se ha convertido en la de mayor exportación del país.

A la empresa se le unió en 1994 un tercer eslabón generacional: Riccardo Delfini Matheus, graduado en Berkeley, con quien el equipo pasó a diseñar y construir nada menos que turbinas hidráulicas con capacidad de hasta 15 megavatios. Qué alegría sentiría el abuelo Enrico al ver florecer los extraordinarios frutos de sus sacrificios una y dos generaciones después.

Frente a la metástasis del sector público, he querido destacar los logros de estos guayaquileños de corazón porque la ciudad y el país necesitan organizar una nueva agenda. Sus hombres más capaces deben juntarse para pensar en alta voz las ideas creativas que desencadenen acciones e iniciativas para un mundo de realizaciones tecnológicas que promuevan el desarrollo, tal como lo ha logrado Riccardo y su equipo, silenciosamente. (O)